Jesucristo entre nosotros.

Jesucristo entre nosotros.
Maruxa Vilalta.
F.C.E.
1995.

Hasta que se me hizo poder leer a esta importante dramaturga mexicana, de quien tengo muy bellos recuerdos de infancia, porque la veía en sus cápsulas de la antigua IMEVISIÓN, que se llamaban "El libro de hoy", en donde cada día recomendaba un librito distinto. Siempre de un autor mexicano, pero de los más diversos géneros. ¡Cómo le hace falta eso a la televisión abierta! ¿A quién chingaos en Televisión AZTECA y TELEVISA!

Bueno, pero por ahora no haré desnostación de los "excelsos medios electrónicos" con los que cuenta nuestro país, sino ha hablar de lo que me pareció esta obrita escrita con una sensación aparente, en tan sólo diez cuadros. La verdad es que me sorprendió gratamente por su perfección formal y la construcción de una tensión dramática, que aunque sutil se torna -por momentos- de una intensidad muy interesante.

Además de la estructura que permite al director de escena modificar el orden de los cuadros, a excepción del primero y el último, me gustó mucho el uso del LENGUAJE. Y es este punto el que más me interesa resaltar de esta obra. Ahora es muy común oír los diálogos de las películas y las obras de teatro plagadas de palabras altisonantes, y groserías: que son un síntoma de que el escritor cuenta con tan pocas herramientas retóricas, que acude a la grosería como a una tabla de salvación, de la que no pocos abusan. Y lo único que ocurre es que crean en el espectador promedio una especie de vacuna, que con el paso del tiempo los vuelve inmune a ese tipo de recursos.

Afortunadamente, la maestra Vilalta nos da una verdadera cátedra de lo que es la construcción dramática a partir de los diálogos, que sustentan con solidez todo lo que estamos viendo en escena y lo justifican, al encontrar un discurso que refuerza a cada momento la idea central de la obra.

Tema principal.

Por otra parte, el tema que se plantea me parece de lo más oportuno en esta época tan oscura y llena de incertidumbre que nos ha tocado vivir. En esencialmente, la obra nos dice que Dios no nos ha abandonado, y que su Hijo, aunque no lo veamos sigue entre nosotros, fiel a su promesa: "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." [Mateo, 28:20]. Y las apariciones de Jesús dentro de la obra son muy esperanzadoras y llenas de consuelo y ternura, para nosotros los desesperados y llenos de amargura.

Independientemente, de los credos, me parece que esta obra uno la tiene que ver en escena o leer, para darse cuenta de que aún en la más oscura de las soledades, nunca estamos solos y siempre hay una luz que puede guiarnos hacia la paz interior, que es la que más importa.

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