¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Phillip K. Dick.
Comentario crítico.
Por: Salvador García.

Uno de los escritores de culto de la Ciencia Ficción, el ahora desaparecido, Phililp K. Dick construyó una de las más interesantes metáforas de nuestro tiempo, en esta novela conocida por todo mundo con el nombre de Blade Runner, debido a la adaptación que el brillante cineasta inglés, Ridley Scott, hizo de la misma.

La anécdota puede parecer simple, pero en realidad no lo es. Rick Deckard, es un “Cazador de bonificaciones”, en la oficina policíaca de San Francisco, en el futuro año de 1992 [la novela fue escrita en 1968). Su trabajo es “retirar” a todo androide que atente contra la seguridad de los pocos seres humanos que aún habitan el maltrecho planeta Tierra, después de la última guerra nuclear. La mayoría de los seres humanos con capacidades económicas, físicas e intelectuales se hallan cómodamente instalados, en las primeras colonias pobladas en Marte.

Sin embargo, el 3 de enero de 1992, será un día muy especial para este singular “Cazador de bonificaciones”, pues se enfrentará a una nueva generación de androides, más inteligentes y más hábiles que todos sus predecesores juntos, los Nexus-6, quienes no sólo se ven y actúan como humanos, sino que parecen tener una especie de lazos de empatía y solidaridad entre ellos, nunca antes visto en androide alguno. Para Rick no sólo será un día tortuoso por eso, sino también porque se dará perfecta cuenta que muchas de sus víctimas merecieran más vivir que ser exterminados por él. Entrando así a una severa crisis que lo hará reflexionar a fondo acerca incluso de su propia vocación, su existencia y su insípido matrimonio.

La anécdota es mero pretexto para hablar de una importante variedad de temas que atañen directamente al hombre posmoderno de inicios del siglo XXI. Por una parte nos encontramos aquí ante la desolación que sufren los pocos seres humanos que aún no han podido emigrar por una u otra circunstancia. Viven rodeados de máquinas y animales eléctricos, con televisión de alta definición, pero que sólo puedes darles la transmisión perpetua del show del Amigo Búster y su sequito de patiños. Los humanos que aún son considerados “normales” carecen de mayor aspiración que tener un animal auténtico, (y no uno eléctrico); poder huir lo antes posible a Marte antes que el kippel (polvo que todo devora: edificios, parques y seres vivos y eléctricos) los consuma; y finalmente tener un poco de contacto místico con el gran “iluminado” de la época Mercer. Sus seguidores se contactan con él, a través de las famosas cajas de empatía, que pueden proporcionar al usuario una amplía gama de estados emocionales y sicosomáticos, con sólo marcar una combinación determinada de números. Así, uno puede pasar de la euforia a la depresión más trepidante.

Blade Runner, es también el retorno al tema que Mary Shelley plantea en Frankestein: ¿estamos los seres humanos capacitados para crear vida y controlarla? Hoy, gracias a esa gran revolución tecnológica, divida en dos: por una parte la cibernética y por otra la genética, estamos cada vez más cerca de “crear” vida. Una de las obsesiones míticas de la humanidad. Pero, si creamos vida, ¿esto nos convierte en dioses?¿quiere decir esto que estamos más cerca de ese ser omnipresente y omnipotente que nos creó a su vez a nosotros?¿Llegará el día en que convivamos con nuestras propias creaciones, sin el temor a que nos destruyan?

La novela nos plantea que el ser humano tiene la creatividad necesaria para un día lograrlo; pero en cuestión moral, síquica y espiritual está aún a años luz de poder concebir una especie de seres humanos cibernéticos iguales que nosotros, pero más inteligentes, más resistentes a las enfermedades y el paso del tiempo, más hábiles y fuertes, pero sin sentimientos netamente humanos como: la solidaridad, la empatía, la identidad y el sentido de la historia personal como punto angular de toda existencia.

Por otra parte, la novela nos presenta una inquietante caricatura de nosotros mismos, al mostrarnos a androides con capacidades prácticamente olvidadas por una gran mayoría de seres humanos de carne y hueso. Estos nuevos androides pueden amar, sentir miedo y organizarse para defender lo más valioso que tienen: su efímera existencia. [Los androides de la novela no viven más de cuatro años]. Lo cual no deja de tener un aspecto terrorífico, pues algunos de éstos han sido programados con una memoria sintética. Así que muchos de ellos no saben siquiera que son meras máquinas, replicas humanas. Me imagino que ha de ser espantoso para cualquiera de nosotros, hallar de pronto que todo aquello que dábamos por hecho, no es más que una ilusión; y que aquello que llamábamos NUESTRA vida, ni siquiera es eso, ya que somos unas máquinas programadas para pensar que éramos seres vivos verdaderos.

Finalmente, el título original de la novela no deja de ser menos inquietante: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Se trata de la concatenación de tópicos tratados en la novela, pero que terminan por dejar abierto el final de la misma. Si Rick Deckard, es el mejor de los “Cazadores de bonificaciones”, por su extraordinaria (casi sobrehumana) inteligencia; y es capaz de detectar quién es un androide y quién no, con sólo mirarlo. ¿Por qué está él tan obsesionado con su oveja eléctrica? A lo largo de toda la novela, sólo sueña con una cosa: poder cambiar su vieja oveja eléctrica, por cualquier otro animal que sea real. ¿No será éste el último indicio que K. Dick, nos va planteando a lo largo de su interesante tesis?, sólo para decirnos que en realidad, justo ahora en pleno 2005 no queda un solo ser humano real sobre la faz de la Tierra, sino meras replicas.

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