El cazador de tatuajes

El cazador de tatujes
Juvenal Acosta
Joaquin Mortiz

El lector no sólo vive de sus nuevas incursiones por nuevos territorios narrativos; sino también del importante ejercicio de la relectura. Juan Goytisolo, ese gran escritor catalán que tanto me gusta, comparte conmigo la idea de que es importante releer, pero sólo aquellas obras que de alguna manera dejaron algo significativo en nosotros desde la primera vez que leímos la obra en cuestión.

Tocó azarosamente el turno de que me hallara con esta novela que leyera hace unos diez años, y de la que guardo un especial cariño, pues fue a su autor el primer escritor profesional que entrevisté en una larga serie que continúa hasta nuestros días.

La novela es otra y el lector también cada que nos enfrentamos ante un mismo texto, debemos ser concientes que se han operado cambios importantes, sobre todo en el lector: se ha vivido y leído más, por lo que uno ya no es el mismo. Con esta obra ocurre algo singular, porque el texto tampoco es el mismo. Casi podría decir que se ha reescrito en su mayoría haciéndola más atractiva y directa que auqella primera versión que yo conocí.

Estilísticamente creo que me gustó más la primera vez que la leí. Ahora con tantos cambios y modificaciones me pareció una novela porno escrita por un intelectual para intelectuales. Y aunque la pretensión es más bien que sea una novela erótica, para mí no lo es. Digo que es porno porque deja poco a la imaginación y describe con gusto las escenas relacionadas con el sexo.

Además es un poco pretensiosa desde la trama, el profesor mexicano de literatura latinoamericana que vive en San Francisco, California; y que no sólo se da ínfulas de ligador, sino que termina siéndolo. En la novela el profesor conoce a una fotógrafa inglesa, Mariana, una estudiante argentina, Sabine, una mexicana rica, Constancia, y una típica vampiresa o femme fatale que nunca le dice su nombre, y a la que él llama La Condensa.

Es muy triste ver que a veces con el paso del tiempo, lo que nos gustó mucho, ahora a penas y nos mueve. Como es triste ver que en México no tenemos una tradición de buena literatura erótica; y que en ese gran caudal sólo haya dos escritores que a mí me convencen; creo que la mayoría estará de acuerdo: Juan García Ponce y Alberto Ruy-Sánchez. Curiosamente, el profesor de la novela está supuestamente escribiendo un trabajo sobre el primer autor que menciono, aunque nunca se sabe si lo llega a terminar o no, pues con cuatro mujeres en su mente y en su cama, es difícil hacer cualquier otra cosa que no sea el sexo.

Una novela porno, para el que ande "ganoson" y necesite de una lectura "estimulante".

Comentarios

Adriana Moreno dijo…
Hola. Donde puedo conseguir este libro?
Salvatore dijo…
Todo depende. Sí vives en México, la hallaras fácilmente en las librerías Gandhi

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