Villaurrutia revisited.

Xavier Villaurrutia: ...y mi voz que madura.
Roxana Elvridge-Thomas (compiladora)
CONACULTA
Ensayo
2003.

Uno de los poetas mexicanos más importantes de la primera mitad del siglo XX es revisitado por Cuitláhuac Quiroga, Alejandro Fuentes, Epigmenio León, Elvia Navarro, Lourdes Rangel, Donaji Cuéllar, Hernán Bravo Varela y Noé Carrillo Martínez.

Resulta interesante ver como escritores, narradores y poetas de mi generación hallan puntos colindantes de su obra con la de Villaurrutia. Además de que indagan en sus procedimientos literarios y sus temas obsesivos: como lo son la muerte y la fascinación ante la nada y el sin sentido de la existencia humana.

Villaurrutia es sin duda, junto con Salvador Novo, uno de los líderes del importante grupo sin grupo: "los Contemporáneos", que dieron a las letras mexicanas una nueva visión cosmopolita y vanguardista.

Para muchos, público y crítica especializada, el quehacer de Villaurrutia es perfecto y posee una voz única en el panorama de las letras nacionales. Su poesía está llena de las vanguardias y de la influencia de Baudelaire, Gide, Poe y Valéry. Villaurrutia fue un escritor en un sentido bastante amplio su obra comprende poesía, crítica literaria y de artes plásticas, ensayos y obras dramátricas.

Me parece que en una era tan sombría como la nuestra; tan cargada de incertidumbre y oscuridad en todos los sentidos leer la poesía de Villaurrutia resulta interesante, si tomamos en cuenta que eran precisamente estos temas los que abordo en obras imprescindibles de la literatura mexicana como Nostalgia de la muerte y Nostalgias. De su poemario Canto a la Primavera extraígo el siguiente poema:

Amor condusse noi ad una morte.
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
Amar es absorver tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entreñas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas;
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.

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