La muerte tiene permiso.

La muerte tiene permiso.
Edmundo Valadés.
F.C.E.
1955.

Uno de los mejores cuentistas mexicanos del siglo pasado, que logró un estilo muy depurado y directo, debido a su ejercicio cotidiano de la escritura como periodista. Este libro es todo un clásico en nuestra tradición y será el libro publicado -hace 51 años- con el que iniciará su interesante obra literaria.

La realidad que aparece en este volumen es cruenta, sórdida y descarnada como la muerte misma. Su prosa es impecable; las tramas de un intensidad dramática considerable y las resoluciones en muchos de los casos son impecables. Hay en su manufactura toda la maestría de un gran escritor, que a la fecha de publicación contaba con 40 años.

Este libro deja en claro que la literatura y el periodismo están hermanados por el adecuado y profundo uso del lenguaje para entender, ordenar, crear e informar la realidad. Además nos deja muy en claro que contar un cuento no es cosa fácil. Cualquiera no enterado del quehacer literario podría pensar que sólo basta con contar una historia con un desenlace sorprendente y unos personajes más o menos verosímiles. Valadés sabe que un cuento es mucho más que eso. Es una piedra que para convertirse en preciosa debe ser pulida con sumo esmero, detenimiento y técnica.

Para muchos críticos literarios los 18 cuentos del volumen son en sí una cátedra de lo que debe ser un buen cuento. A mí en lo particular hubieron unos que me impresionaron más que otros, al tiempo que me conmovieron de una manera especial, esos cuentos fueron: La muerte tiene permiso, Se solicita un hada, Un hombre camina y El pretexto. Pues además de ser cuentos de una manufactura impresionantemente madura, poseen tramas que retratan con una pureza de visión una realidad mexicana llena de contrastes y matices difíciles de ver para aquellos que no tenemos una mirada tan acusiosa como la del maestro Valadés.

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