Ansiedad por el estatus o de cómo aprender a valorar lo que realmente importa

Ansiedad por el estatus 
Alain de Botton
Jesús Cuéllar (Traductor)
Taurus
México, 2004


"En esencia, al moderno ideal de estatus elevado se le acusa de ser culpable de una gigantesca distorsión de las prioridades, de elevar al nivel más alto del éxito un proceso de acumulación material que, según una concepción de nosotros mismos más verdadero y menos estrecha, sólo debería ser una de las muchas cosas que determinan la dirección de nuestra vida" ALAIN DE BOTTON



Vivimos en una sociedad que privilegia el TENER al SER. Bajo este esquema y con el discurso de las democracias modernas —en donde supuestamente cada ciudadano tiene las mismas oportunidades que otro para desarrollarse en cada una de las áreas importantes de su vida— nos encontramos atrapados con la idea del estatus, que según el filósofo inglés tiene al menos cinco usos distintos. Veamos cada una.
1)      La propia posición social; la palabra procede del término latino statum o posición (participio pasado del verbo stare, estar de pie).
2)      En sentido estricto, la palabra alude a la propia posición jurídica o profesional dentro de un grupo (por ejemplo: casado, teniente, etcétera). Sin embargo, según su acepción más amplia —y aquí más relevante— se refiere al valor e importancia que uno tiene ante los ojos del mundo.
3)      En cada sociedad se ha otorgado más estatus a ciertos grupos: cazadores, luchadores, familias de abolengo, sacerdotes, caballeros con armadura o mujeres fértiles. A partir de 1776, la atribución de estatus en Occidente se ha basado cada vez más en el logro económico.
4)      Las consecuencias de poseer un estatus elevado son agradables. Uno tiene recursos, libertad, espacio, comodidad, tiempo y, quizá algo igual de importante, la sensación de que lo cuidan y de que se le tiene en consideración, lo cual se expresa mediante invitaciones, halagos, risas (incluso cuando la broma no tiene gracia), deferencia y atención.
5)      Muchas personan piensan (aunque sólo unas pocas lo admiten) que el estatus elevado es uno de los más preciados bienes terrenales.


En la sociedad posmoderna todos perseguimos un buen estatus y tememos lo contrario. Es por eso que vivimos una perpetúa sensación de ansiedad, ante el temor de no alcanzar esas altas expectativas que los medios, la educación, la política y la sociedad de masas han inculcado en cada uno de nosotros. Un poderoso adoctrinamiento para consumir bienes de toda índole, que la mayor parte del tiempo lejos de brindarnos placer, nos lleva al vacío existencial y desasosiego más cruel, por no poder alcanzar el nivel de vida que otros ostentan con desparpajo.


Quizá hemos llegado a un límite de manipulación publicitaria, que nos ha hecho creer con convicción en una vida que es completamente irreal y superflúa, pero por la que la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos literalmente a matar para conseguirla.




"Esta respuesta clarifica por qué Rousseau deseaba insistir tanto, aunque pudiera ser algo edificante, en la dificultad que tienen los seres humanos para decidir qué es lo realmente importante; en su predisposición a escuchar las sugerencias de los demás respecto a dónde han de dirigir sus pensamientos y qué deben valorar para ser felices, sobre todo cuando esos consejos van acompañados de la autoridad de un periódico o de los atractivos visuales de una valla publicitaria" [pág, 213]



En este estupendo ensayo, Alain de Button, autor de éxitos editoriales como Las consolaciones de la filosofía El arte de viajar, nos invita a reflexionar, más allá de las causas sicológicas, políticas o económicas, el por qué vivimos atrapados en esta terrible espiral de ansiedad por obtener cada día un mejor estatus. Una ambición que a veces raya en lo absurdo o lo enfermizo. Y por qué nos cuesta tanto trabajo mostrar gratitud por las cosas que ya tenemos: como la salud o la vida misma.
Quizá si nos interesáramos más por primero SER y después TENER, tendríamos ciudadanos interesados por hallar el equilibro en cada una de las áreas relevantes de sus respectivas existencias. Menos gente ansiosa, estresada o frustrada; y más contenta consigo misma,  aunque esto es tan sólo mera especulación mía. 




"Independientemente de cuáles sean los excesos de las alas exteriores del movimiento de los bohemios, el movimiento ha hecho una duradera aportación: un abanico de sugerentes formas de cuestionar los ideas de la burguesía. A veces acusando a ésta de no comprender el papel que debería tener la riqueza en una buena vida; de condenar con demasiada premura los fallos terrenales y mostrarse en exceso servil en la veneración del éxito externo; de tener demasiada fe en las falsas concepciones de propiedad; de identificar dogmáticamente la cualificación profesional con el talento; de rechazar el valor del arte, la sensibilidad, el carácter lúdico y la creatividad; y de estar demasiado preocupada por el orden, las normas, la burocracia y la puntualidad". [pág, 309]

"La riqueza del hombre se mide en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir". Henry Thoreau. 




"El pensamiento de la muerte puede otorgarnos el valor de descolgarnos de las expectativas sociales más infundadas" [pág, 241]. 

Por otra parte, quizá el pensar seriamente en la muerte, sugiere el autor, nos lleve a ocuparnos un poco más de virtudes como el amor, la bondad, la sinceridad, la humildad y la amabilidad; al darnos cuenta que la mayoría de las cosas que nos causan placer y ansiedad, en realidad son insignificantes ante el poder innegable del fin de la existencia terrenal.



"Aparte de la conexión que postula entre el hecho de ganar dinero y el de ser bueno, el ideal moderno de triunfo vital presupone la existencia de otra conexión: la que hay entre la acumulación de dinero y la felicidad.
 

A su vez, esa idea descansa en tres presupuestos. El primero es que identificar lo que nos hace felices no es una tarea excesivamente difícil. Del mismo modo que nuestro cuerpo suele saber lo que necesita para estar sano y, en consecuencia, nos conduce hacia el pescado ahumado cuando le falta sodio o hacia los melocotones cuando el azúcar en sangre es bajo, se puede confiar igualmente, según esta teoría, en que nuestra mente comprende a qué debemos aspirar para poder prosperar y que, por tanto, nos llevará hacia ciertas carreras y proyectos. En segundo lugar, está el hecho de que la enorme variedad de opciones ocupacionales y de bienes de consumo disponibles en la civilización actual no constituye un espectáculo chabacano y exasperante, responsable de que estemos atiborrados de deseos con apenas trascendencia para nuestro bienestar, sino que, por el contrario, es algo capaz de satisfacer algunas de nuestras más fundamentales necesidades. En tercer y último lugar, se cree que cuanto más dinero tengamos a nuestra disposición, más productos y servicios podremos permitirnos y, por lo tanto, más posibilidades habrá de que seamos felices.



El adversario más sugerente y ameno a este conjunto de presupuestos sigue siendo Jean-Jacques Rousseau y su Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres (1754). Rousseau comenzaba afirmando que, al margen de lo independientes que nos consideremos en nuestro juicio, somos peligrosamente pobres en cuanto a la comprensión de nuestras necesidades. Nuestras almas no suelen expresar lo que deben tener para estar satisfechas o, cuando llegan a mascullar algo, es probable que sus órdenes carezcan de fundamento o sean contradictorias. En vez de comparar la mente con un cuerpo que acierta a determinar lo que ha de consumir para estar sano, Rousseau nos invitaba a imaginárnosla como algo más similar a un cuerpo que pide vino a gritos cuando necesita agua y que insiste en que debería bailar cuando, en realidad, tendría que estar tirado en cama. Nuestra mente está sometida a la influencia de voces externas que nos dicen lo que precisamos para estar satisfechos, voces que pueden ahogar los vagos sonidos que emite nuestra alma y distraernos de la minuciosa, ardua tarea de localizar nuestras prioridades. 




Rousseau llegó a esbozar la historia del mundo no como un camino de progreso desde la barbarie hasta las grandes fábricas y ciudades de Europa, sino como una trayectoria regresiva que nos va apartando de un estado privilegiado en el que vivíamos con sencillez pero con la posibilidad de sondear nuestra necesidades, para conducirnos hacia otro en el que tendemos a sentir envidia de formas de vida apenas relacionadas con nuestro propio carácter. En la prehistoria tecnológicamente retrasada, el estado natural rousseauniano, cuando hombres y mujeres vivían en los bosques y nunca habían entrado a una tienda o leído un periódico, el filósofo mostraba a personas que se entendían más fácilmente a sí mismas y que, en consecuencia, se veían atraídas hacia los rasgos esenciales de una vida satisfactoria: el amor por la familia, el respeto a la naturaleza, la admiración por la belleza del universo, la curiosidad por los otros y el gusto por la música y los entretenimientos sencillos. De ese estado era del que nos había sacado la moderna "civilización" comercial, dejándonos envidiar, ansiar y sufrir en un mundo caracterizado por la abundancia". [páginas, 209-210]


Un interesante y profundo ensayo que nos cuestiona por una parte, la supuesta importancia del estatus en la consecución de la FELICIDAD. Y por otra, que quizá sólo gracias a la filosofía, el arte, el pensar en la muerte y la bohemia, podemos comenzar a repensar acerca de las cosas que cada uno de nosotros realmente considera significativas y trascendentes.

Estudios recientes demuestran que nuestra FELICIDAD está determinada en un 50% por disposición genética, 40% de acciones que juzgamos significativas y sólo depende 10% de cuestiones que tienen que ver con el estatus y el dinero. Bajo esta perspectiva quizá sea un buen momento de replantearnos lo que realmente importa para nosotros, y abandonar las ideas preconcebidas que nos ha inculcado la sociedad del consumo y nuestra cultura occidental, muy cargada hacia individualismo.


"Al margen de lo desagradables que puedan ser las ansiedades relacionadas con el estatus, resulta difícil imaginarse una buena vida completamente libre de ellas, porque el miedo a fracasar y desacreditarse ante los demás no es más que una consecuencia natural del hecho de tener ambiciones, preferir un conjunto de resultados y no otro, y respetar a unos individuos, además de a uno mismo. La ansiedad relacionada con el estatus es el precio que pagamos por reconocer la existencia de una diferencia pública entre una vida triunfante y otra fracasada".
                                                                                                                           ALAIN DE BOTTON

NOTA: Chequen esta simpática comedia romántica, que en México pusieron por título, Amor por contrato, que ejemplifica de maravilla como realmente el estatus nos causa una terrible ansiedad, y es el motivo principal de mucha infelicidad entre nosotros. Y como, inmersos en la cultura del simulacro mucho de lo que damos por hecho, incluyendo nuestro preciado estatus, es una mera ilusión.



http://www.peliculasyanimes.com/2010/12/amor-por-contrato-espanol-online.html


Por cierto, quiero agradecer al maestro Mauricio Mejía, por recomendarme y prestarme este estupendo texto. ¡Mil gracias por la amistad!

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