James y el melocotón gigante

James y el melocotón gigante 
Roald Dahl
Quentin Blake (Ilustraciones)
Leopoldo Rodríguez (Traducción) 
Alfaguara infantil 2002


Hace 100 años nació en Llandaff, Gales del Sur, quizá uno de los mejores escritores de historias infantiles de todos los tiempos. Y qué mejor manera que festejar el portento, el talento y el arte de Roald Dahl, que leyendo una de mis historias favoritas de él: James y el melocotón gigante es una loa a la imaginación infantil y al valor de un niño (James) que a pesar de las circunstancias adversas en que vive; nunca ceja en su persecución de sus sueños.



Pienso que en esta historia, Dahl, quiso representar a través de los insectos que se tornan gigantes, al igual que el durazno en donde habitan, navegan y vuelan, a los aliados que siempre encontraremos, toda vez que hayamos trazado el curso hacia donde queremos dirigir nuestra vida.



La moraleja es muy hermosa: al final, sin importar nuestro entorno, lo más importante es creer en nosotros mismos y confiar, que la vida siempre nos dará los aliados idóneos para alcanzar nuestros sueños.



Imaginativa, surreal, fantástica, simplemente sensacional, James y el melocotón gigante es mi historia favorita del autor, de quien estamos festejando su centenario, no porque haya tenido un par de tías horribles y malvadas; sino porque a lo largo de mi vida he tenido que enfrentarme a mis más profundos miedos; y me he dado cuenta que ésta es la única manera de madurar, crecer y progresar en la vida.



A un nivel espiritual, la novela, es entreñable y maravillosa; y no precisamente porque el autor quiera darnos una suerte de "lección de vida"; sino porque los personajes y la trama nos devuelven a ese maravilloso periodo de nuestra vida, en donde no necesitábamos de videojuegos, realidades virtuales, o películas digitales en alta definición, para poner a trabajar ese instrumento de la inteligencia que es la imaginación.


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