Charlie y la fábrica de chocolate.

Charlie y la fábrica de chocolate.
Roald Dahl
Alfaguara

Esta es una de las historias más hermosas que he leído en el año. A mediados del mismo, me lancé a ver la adaptación cinematográfica del este clásico contemporáneo, a cargo de Tim Burton, el brillante cineasta estadounidense, en quien la influencia de este imprescindible autor británico es más que notoria en anteriores trabajos como El joven manos de tijera (1990) y Gran pez (2003). La verdad es que su trabajo de adaptación — contrastado con el libro— resulta excelente. Y ni que decir de la actuación de Johnny Depp, como Willy Wonka; que aunque muchos amargados como Carlos Bautista no les gustó, a mí me pareció una buena elección de reparto. Además de que el actor hace suyo a uno de los personajes más simpáticos de la literatura del siglo pasado. Jamás había leído yo nada acerca de un genio experto en la creación de las excéntricas golosinas, a base de chocolate.

La belleza de la historia radica en su extrema sencillez. Una sencillez que le permite al autor indagar en el fértil territorio de la ilusión infantil, aunado a un esperanzador mensaje de superación. Charlie Bucket es un niño pobre que vive en una pequeña cabaña, hacinado con el resto de su familia, los abuelos paternos Joe y Josephine. Los maternos George y Georgina. Y sus dos padres: el señor y la señora Bucket. Los cuatros abuelos pasan todo el tiempo sobre la única cama disponible, imposibilitados para cooperar en el gasto familiar. El único que trabaja es el señor Bucket en una fábrica que hace pasta dentrífica. Mas, debido a los malos manejos de la misma, pierde su empleo, la única fuente de ingresos familiar; y se ve obligado a alquilarse para limpiar la nieve de las calles y los techos. Debido a lo poco que el señor Buckte gana, toda la familia pasa hambre, pero quien más lo resiente es el pequeño Charlie.

Charlie y su abuelo Joe, se llevan muy bien y éste le cuenta todas las noches historias para tratar de paliar un poco el hambre. La favorita de Charlie es la de el señor Willy Wonka, ¡el más grande genio del chocolate! El señor Wonka posee la fábrica de chocolotes más grande y famosa del mundo, que está muy cerca de la pequeña cabaña de los Bucket.

Un día el señor Wonka decide — tras años de hermético autoexilio, para evitar que sus geniales ideas sean robadas— , invitar a cinco niños a su fábrica (con sus respectivos padres), para enseñarles todas las maravillas que los muros de su fábrica resguardan celosamente. Uno de ellos es el pequeño Charlie, y a partir de ese mágico momento la suerte de Charlie comenzará a cambiar.

Una historia que habla de la esperanza y de la importancia de la pureza de corazón para poder lograr nuestros más locos sueños. Una novela fabricada con chocolate, humor, amor, esperanza, fantasía y literatura de una manufactura impecable.

Y como muestra esta fragmento de la simpática cancioncilla de los Oompa-Loompas, que viene en el capítulo en el que uno de los niños invitados, Mike Tevé, es víctima de su nocivo vicio televisivo:

Hemos aprendido algo primordial,
algo que a los niños les hace mucho mal,
y eso es que en el mundo no hay nada peor
que sentarles frente al televisor.
De hecho, sería muy recomendable
suprimir del todo ese trasto abominable.
en todas las casas que hemos visitado
así a los pequeños hemos encontrado:
absortos, dormidos, casi idiotizados,
mirando la tele como hipnotizados,
con los ojos fijos en la pantalla
hasta que sus órbitas parece que estallan.
(Ayer vimos algo que aterra y asombra:
seis pares de ojos rodar por la alfombra.)
Sentados mirando, mirando sentados,
parecen de veras estar hechizados.
borrachos de imágenes, ahítos de ruido,
ciegos y atontados y reblandecidos.
Oh, sí, ya sabemos que les entretiene
y que por lo menos quietos los mantiene.
No gritan, no lloran, no brincan, no juegan,
no saltan ni corren, tampoco se pegan.
A usted eso le da mucha tranquilidad,
es libre de hacer muchas cosas, ¿verdad?
Mas yo le pregunto: ¿ha pensando un momento
para qué le sirve a su hijo este invento?
¡LE PUDRE TODAS LAS IDEAS!
¡MATA SU IMAGINACIÓN!
¡HACE QUE NADA, NADA CREA!
¡DESTRUYE TODA SU ILUSIÓN!
SU POBRE MENTE SE TRANSFORMA
EN UN INÚTIL REFLECTOR
CON VER FIGURAS SE CONFORMA,
¡NO SUEÑA, NI EVOCA, NI PIENSA, SEÑOR!
“¡Muy bien!”, dirá usted “¡muy bien!”, gritará,
“mas si nos llevamos el televisor,
¿qué haremos en cambio, qué se les dará
para mantenerlos en orden, señor?”
A esa pregunta yo responderé
con otra, que es esta: los niños, ¿qué hacían
para divertirse, cómo entretenían
sus horas de ocio, qué los mantenía
tranquilos, contentos, quietos y callados,
felices, absortos y atentos
antes de que este diabólico invento
se hubiera inventado?
¿No lo recuerda? Se lo diremos
en voz muy alta, lo gritaremos
para que acierte a comprender:
¡SOLÍAN... LEER, LEER, LEER!
LEÍAN Y LEÍAN Y PROCEDÍAN
A LEER AÚN MÁS. Y TODO EL DÍA
LO DEDICABAN A LEER LIBROS, Y POR DOQUIER,
EN BIBLIOTECAS Y ESTANTERÍAS,
SOBRE LAS MESAS, EN LIBRERÍAS,
¡BAJO LAS CAMAS SIEMPRE HABÍA
MILES DE LIBROS PARA LEER!