De qué hablo cuando hablo de correr

De qué hablo cuando hablo de correr
Haruki Murakami
Francisco Barberán (Traductor)
Tusquets
2007

Son muchos los aspectos positivos que le encuentro a esta lectura. Llevo a penas dos meses en el gimnasio; he notado cambios importantes y benéficos en mi cuerpo. Y este libro llegó para confirmar algo que desde siempre había creído: correr es uno de los mejores deportes: si lo que se quiere es estar en buena forma; bajar de peso y entrar en contacto con nuestro ser interior.

Al igual que Murakami, hallo en el acto de correr una manera de meditación profunda, que por un lado nos aleja de nuestra cotidianeidad; y por otro, nos acerca a nuestra parte física: con sus limites y sus fortalezas. Al correr, sobre todo de manera constante, comenzamos a darnos cuenta de que en realidad los seres humanos no tenemos más limites que los impuestos por la mente.

Nuestras piernas, corazón, mente y espíritu se fusionan en una actividad que nos sumerge en el interior más profundo de nuestro ser; mostrándonos paradójicamente que nuestra principal fortaleza radica justamente en nuestras muchas debilidades y carencias. Un acto tan básico y primitivo, que nos permite a un tiempo conocer nuestros limites; expandir nuestras posibilidades creativas, resistencia y fortaleza en otras áreas de nuestra vida: como es el acto de escribir.





Me gusta mucho como Murakami habla de la importancia, la disciplina y la fortaleza que le ha dado correr a la hora de escribir. El autor de Sputnik, mi amor, considera que para ser novelista, además de tener un cierto talento e inteligencia, es imprescindible contar con mucha fuerza de voluntad y disciplina, para sentarse todos los días, al menos dos horas, ante una página en blanco.




Para mí,  resultó soprenderte saber que un autor que actualmente es tan popular en el mundo, sobre todo entre los lectores más jóvenes, sea además un atleta consumado, que haya participado en más de 42 maratones y haya corrido un ¡ultramaratón (100 kilómetros) en casi nueve horas continuas! El conocer de manera directa todas las experiencias que ha tenido en este deporte: tanto las cosas buenas, como las malas, pienso que son bastante motivacionales para cualquiera, que como yo, quiera adoptar un estilo de vida más saludable. Y que conste que la intención del autor no fue escribir un texto de "tipo motivacional", sino sólo narrar las experiencias que ha tenido a lo largo de su vida de corredor.



La parte que más me gustó de todas es cuando comienza a hablar de que es un gran coleccionista de música en acetato. Al ser también yo uno, me sentí más que identificado con esa parte.



"Mi estancia en la Universidad de Harvard terminó a finales de junio y mi vida en Cambridge llegó a su fin (¡y con ella, la cerveza Samuel  Adams y los Dunkin' Donuts!), así que hice el equipaje y, a comienzos de julio, regresé a Japón. Se preguntaran en que ocupaba casi todo mi tiempo libre mientras vivía en Cambridge. Lo confesaré: en comprar montones de elepés en vinilo. En las inmediaciones de Boston quedan bastantes tiendas que venden discos de segunda mano en muy buen estado. Y, cuando tenía oportunidad, me acercaba también a las de Nueva York o Maine. El setenta por ciento de lo que compré fue jazz, y el resto, música clásica y algo de rock. Soy un coleccionista de discos antiguos bastante (o, mejor dicho, muy) entusiasta. Después, enviar semejante montón de discos a Japón fue muy complicado. 
Ni siquiera yo sé muy bien cuántos elepés de vinilo tengo ahora en casa. Nunca los he contado, y tampoco he sentido la necesidad de hacer alto tan horroroso. Siempre, desde que tenía quince años, he comprado numerosos discos y también he ido dando o vendiendo muchos de ellos. Pero el trasiego de entradas y salidas ha sido demasiado intenso, hasta el punto que resulta imposible saber cuál es su número actual. Vienen y se van. De lo que no cabe duda es de que su número total aumenta. El número concreto no es cuestión trascendental. Si alguien me pregunta cuántos discos tengo, sólo le contestaría: 'Creo que un buen montón. Pero todavía no son suficientes'. 
El millonario Tom Buchanan, el jugador de polo que aparece en El gran Gatsby de Scott Fritzgerald, dice lo siguiente: 'Supongo que habrá mucha gente que reforme su caballeriza para hacerse un garaje. Yo debo ser el único que ha reformado su garaje para hacerse una caballeriza'. No es por alardear, pero yo hago algo parecido. Es decir que si tengo una obra en cedé, pero la encuentro también en vinilo de buena calidad, vendo sin dudar el cedé y me quedo sólo con el elepé de vinilo. O, incluso tratándose de un mismo elepé en vinilo, si después doy con versiones de mejor calidad sonora o son más fieles al original que la que tengo, voy vendiendo las anteriores y las voy sustituyendo por éstas sin vacilar. Es laborioso y conlleva unos gastos nada despreciables. Mucha gente, quizá, calificaría de maniacos a los que hacemos estas cosas". 




Si quieres leer el libro completo en PDF, pues dale click AQUÍ.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Jesús: una historia de iluminación

Trece latas de atún

Piensa diferente, vive diferente