La bruja

La bruja
Jules Michelet
Labor
Traductor: J. Vivó

Una obra maestra desde su concepción y por su estupendo contenido. No se trata de una novela. Es uno de los libros de historia que más he disfrutado. En él se habla de la hechizaría y de cómo fue surgiendo en Europa desde el corazón de la Edad Media hasta principios del siglo XIX.
Aquí se habla de los sometimientos a los que se vieron expuestas durante siglos las mujeres. A quienes la sociedad y la Iglesia Católica se encargaron de denostar y humillar sobremanera. Por tal motivo, las féminas de todas partes de Europa comenzaron a "pasarse al otro lado" y a buscar en Satanás el consuelo, apoyo y ayuda que no hallaron en Jesús.

El libro está escrito con un lenguaje envolvente. Más que un libro de historia parece una estupendo reportaje novelado, en donde, más que los hechizos de las brujas, lo que más miedo da es conocer todo lo que pasaba dentro de los conventos desde el siglo XVI hasta el XIII. Aquello era un verdadero aquelarre en donde las monjas estaban a la disposición de sus confesores. Siendo el más terrible de todos un tal Girard. Un monje que hizo todo lo que pudo para destruir a todas las órdenes opuestas a la suya a través de vituperios, violaciones y supuestas posesiones diabólicas de sus protegidas, que siempre terminaban embarazadas de él y posesas de Satanás.

La bruja es una interesantísima disección de la sociedad europea a lo largo de más de 1200 años. En donde vemos como la figura de las brujas va evolucionando y adoptando diversos roles sociales, que van desde la curandera respetada hasta la hechicera temida y repudiada.

Me pregunto que si el actual Papa, Benedicto XVI, ha leído a este historiador romántico, que publicó su —hasta ahora polémico— ensayo histórico en 1862. Recordemos que tanto él, como su antecesor Juan Pablo II han pedido perdón a la humanidad por todas las infamias que se cometieron en estos recintos sagrados.

Uno de los grandes méritos de este libro es que humaniza a las brujas y habla de ellas como seres que viéndose sometidas por la fuerza de la Iglesia y la sociedad que les tocó vivir, deciden optar por pactar con el Rey de los muertos en busca de poder y prestigio. Dejemos al autor hablar un poco acerca de su brillante obra: "El objeto único de mi libro era dar, no una historia de la hechicería, sino una fórmula sencilla y robusta de la vida de la hechicera, que los ilustrados escritores que me han precedido habían oscurecido de puro tratar científicamente el asunto y con exceso de pormenores. Mas fuerza es partir, no el diablo, de una entidad vana, sino de una realidad viviente, la hechicera, de una realidad activa y fecunda. La Iglesia no tenía más que los demonios; no llegaba a Satanás. Éste es el ideal de la hechicera.

He intentado resumir su biografía de mil años, sus edades sucesivas, su cronología. He dicho: 1°, como se creó por el exceso de las miserias; como la mujer, servida por el Espíritu familiar, transforma este Espíritu en el progreso de la desesperación, se siente apoderada de él, poseída, endiablada, le pare incesantemente, se la incorpora, en fin, es una con Santanás; 2° cómo la hechicera reina, pero se deshace, se destruye a sí misma. La hechicera furiosa de orgullo, de odio, se convierte, en su triunfo, en la hechicera cenagosa y maligna, que cura, pero mancha, más y más industrial, factótum empírico, agente de amor, de aborto; 3°, la hechicera desaparece de la escena, pero subsiste en el campo. Lo que ha llegado a nosotros por causas célebres no tiene nada que ver con la hechicera, sino con los hechizados (Aix, Loudun, Louviers, etc.)."

El libro habla de aquelarres y pactos con el demonio. Además de simpáticas anécdotas y leyendas populares. Como la que sigue y con la que concluyo mi comentario. En donde se narra de las capacidades de las brujas de convertirse en lobas: "Este terrible capricho no era raro entre aquellas nobles damas, nobles cautivas de los castillos que tenían hambre y sed de libertad, de libertades crueles. Refiere Boguet que en las mañanas de Auvernia, una noche tiró un cazador a una loba, falló, pero le cortó una pata. La loba huyó cojeando y el cazador fue a un castillo inmediato a pedir hospitalidad. El castellano le preguntó si había hecho buena caza, y para contestar satisfactoriamente a esta pregunta, fue el cazador a sacar de su zurrón la pata que acaba de cortar a la loba; pero ¡cuál no fue su sorpresa, cuando en vez de la pata húbose de encontrar una mano y en uno de sus dedos una sortija que el castellano reconoció por la de su esposa! Para cerciorarse mejor fue corriendo a su aposento y la encontró herida y ocultando el antebrazo. Este antebrazo no tenía mano. Se le ajustó la que el cazador había llevado y tuvo que confesar la dama que, en efecto, ella en forma de loba le había embestido y huyó luego dejando una pata en el campo de batalla. El marido tuvo la crueldad de entregarla a la justicia y fue quemada viva."