Un best seller tranquilón para un fin de semana relajado.

Juan Salvador Gaviota.
Richard Bach.
Byblos.
1970.


No me acuerdo muy bien cómo estuvo la cosa, la cuestión es que un día que andaba en el centro de Azcapotzalco, entré la Casa de Libro (ese arcaico lugar, que a pesar de todos los avances tecnológicos y lugares de recreación sigue existiendo) y me compré un ejemplar de uno de los libros más vendidos de todos los tiempos en México. Me acuerdo que cuando era muy chavito vi un ejemplar en el mercado de la Merced, que hacía las veces de soporte para una de las máquinas que usan los carniceros para producir carne molida; y la verdad es que no creo que esto tenga nada que ver con la escena clásica de la película del muro de Pink Floyd; pero con eso de que en México todo es referencia “a otra cosa que pasó en otra parte”.

Bueno, el caso es que compré el ejemplar que se me hizo barato ($45) y llevé a casa, como quien compra unas palomitas o un refresco. La verdad es que desde hacía mucho tiempo tenía ganas de leerlo, porque me habían contado un sin fin de cosas entorno a él. Mi amigo Carlos “el exquisito” me dijo llanamente: “¡es basura!, y de la más barata”. Lo cual bastó para que en la menor oportunidad me la comparara; y es que a decir verdad casi siempre diferimos en cuanto a gustos estéticos. Además quienes me han el enorme favor de visitar este blog sabrán ya que me gusta leer prácticamente de todo, menos manuales de motores de carro (entre otras cosas porque no tengo) y textos autoproclamados de “superación personal”. Entonces cualquiera que me lea podrá decir, pues que me estoy contradiciendo, porque Juan Salvador Gaviota es por decirlo de la manera más suave, “el típico ejemplo de este último tipo de textos. De hecho, ha servido de molde para una enorme serie de estos detestables textos.

Pero creo que ya divagué lo suficiente y ha llegado la hora de concretar el comentario. A mí en términos generales no me disgustó en lo absoluto, y se me hace un buen libro para ir leyendo en el transcurso del metro Toreo a Chabacano. O bien si uno anda con el temperamento más punketón, quizá de la Raza a Aragón en micro. Es literatura hecha para vender sí (pero eso no tendría porque tener nada de malo), que de paso hace pensar que todos podemos “volar alto, sólo con proponérnoslo en serio y con mucha dedicación y fe”. El mensaje del libro me gusta, porque en medio de tanto brodio que primero nos deprime para después más o menos animarnos con sus consejas. Éste al menos lo que busca es una reflexión interna en el despreocupado lector, que va pensando en cómo solventará el pago de la renta mensual, su manutención, mientras escucha en su WALKMAN de Mini Disc una triste canción de Morrissey que habla de la esclavitud y la estupidez humana.