Frankenstein


Frankenstein.
Mary Shelly.
Plaza & Janés.

Dudo que exista una obra literaria tan inquietante como lo es la novela Frankenstein. Me lo parece por varias razones, pero es la principal el hecho de que plantea una serie de cuestionamientos en torno a la condición humana; nuestra ambición —como especie— de lograr vencer a la muerte y poder emular a Dios creando vida, a partir de la nada.

Al motivo principal de la obra, que desde mi punto de vista es precisamente la ambición de Víctor Frankestein por demostrar al mundo entero, y así mismo que es capaz de “dar vida”, a partir de sus conocimientos científicos y técnicos, se van agregando otros no menos inquietantes: ¿qué pasaría si algún día podemos efectivamente “crear vida”?¿no serían esos primeros engendros creados por los seres humanos, un poco menos monstruosos que el ser que aparece en la novela?

También es notorio en la novela el tema de la importancia que tiene la apariencia para la sociedad humana. La novela nos muestra que ni el más puro ser, ni el más bien intencionado, puede ser cabalmente aceptado si tiene una apariencia amenazante y aterradora. A mí esta es la parte que más me conmueve de toda la trama, el pobre monstruo es un ser con una profunda capacidad para amar y respetar lo bello de lo existencia, sin embargo, pasa muy poco tiempo para que se dé cuenta de que los seres humanos jamás lo aceptarán, pues para ellos es de suma importancia el aspecto físico. Y él al estar hecho de puros retazos de cadáveres, es sumamente repugnante.

Creo que la autora construye una poderosa advertencia de hasta dónde nos puede llevar nuestra arrogancia y ambición, cimentada en “nuestro conocimiento científico y técnico”, siendo éste el que muchas veces nos ha hecho sentirnos prácticamente dioses. De ahí el subtítulo de la obra El nuevo Prometeo. Recordemos que este Dios compartió con los hombres el conocimiento del fuego, y tuvo que pagar un precio muy alto. A cambio de su sacrifico los hombres conocimos el fuego y a partir de ese parteaguas, comenzamos una era llena de conocimiento tecnológico que no cesa hasta nuestros días. Sin embargo, confiar de manera ingenua en la tecnología nos ha acarreado un sin fin de dificultades a nuestra especie y desequilibrios en la naturaleza y en la psique humana. Tal y como le pasa al mismo doctor Frankenstein, cuando su creación le recama el porqué de su creación y de su horroroso aspecto.

En el fondo, hay una interesante pregunta, ¿quién es el verdadero monstruo de la novela? ¿El arrogante doctor que piensa que con su ciencia puede dar o quitar vida a voluntad?; y que toda vez concluida su obra, abandona a su suerte al engendro. ¿O la criatura que a pesar de ser profundamente buena en esencia, es rechazada, vejada y odiada por los demás seres humanos con los que se topa, sólo por su aspecto? A él jamás le dan tiempo de mostrar la bondad de su corazón, por lo que con justa razón decide odiar sin excepción a la raza humana entera y a su creador, que lo ha hecho deforme y monstruoso a los ojos de los demás, condenándolo a la más cruenta de todas las soledades.

Me parece pertinente mencionar que con los avances tecnológicos con los que ahora contamos, estamos a muy poco tiempo de poder “crear vida”. Se habla mucho ya de la clonación humana y de todas sus repercusiones en los ámbitos: científico, social, cultural, religioso y moral. Así que dentro de poco sabremos si podemos contener las ganas de jugarle a ser dioses; o si bien éstas nos vencen y comenzamos a crear una nueva serie de seres vivos sobre el planeta, sólo esperemos que si ocurre lo segundo, nuestras creaciones no se vuelvan sobre nosotros, como le sucede al pobre de Víctor Frankestein, quien pensaba en la gloria en el momento febril de su creación; y termina sumido en la más monstruosa miseria humana.

Comentarios

Marilui dijo…
Yo pienso que sí hay una manera de crear seres extraordinarios sin necesidad de ser condenados por la sociedad o por el Vaticano en nuestras ansias de convertirnos en dioses, y esa fórmula está precisamente en lo que tú, yo y varios de nuestros amigos hacemos: literatura.
P.D. Claro que hay enfermos que se lo toman tan en serio que enloquecen, o bien, religiones, como la musulmana que son capaces de condenar a muerte a un escritor, pero ese no es nuestro caso, ¿o sí?

Besitos, Marilui

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