Las consolaciones de la filosofía.

Las consolaciones de la filosofía.
Alain de Bottom
Punto de lectura
2000.

Creo que a últimas fechas se han estado publicando muchos libros acerca de la filosofía y su importancia en la vida contemporánea, así como algunos de sus usos prácticos para resolver problemas existenciales que van desde lo más simple hasta lo más complejo, como es el temor a la muerte, por ejemplo. O al menos yo he leído y he visto un par de títulos muy recientemente (véanse las entradas correspondientes a la fabulosa novela fantástica de Jostein Gaardner El mundo de Sofía (30 de octubre de 2005); y el ensayo best-sellero de Lou Marinoff, Más Platón y menos Prozac (11 de febrero de 2006).

Creo que la filosofía —entendida como el amor por la sabiduría— sí debería ser parte importante primero en la formación de una persona; y después en su vida diaria. Y es que si bien es cierto que cada uno de nosotros tenemos una cierta postura filosófica ante la vida, que nos permite ir capoteando incluso los golpes más duros de la existencia en sí: esto no quiere decir que nos interesamos por ella de una manera más integral y sistemática. Me explico, la mayoría de las personas relacionan a la filosofía (al igual que la cultura en general) con algo tedioso y sólo reservado para algunos cuantos. La verdad que esto no tiene que ser así de entrada. Es filósofo todo aquel que tenga “hambre de aprender todo el tiempo, sobre casi todas las cosas”. Y es que el sabernos ignorantes de la mayor parte de las cosas que pasan en esa zona oscura del conocimiento humano que llamamos realidad, nos permite por una parte guardar siempre una actitud humilde, y por otra una profunda inquietud por tratar de entender eso que no entendemos o alcanzamos a comprender.

Hay que recordar que la filosofía es una actitud de vida más que una doctrina o una corriente de pensamiento, y que en ese sentido todos podemos ser filósofos si mantenemos esa capacidad de asombro ante el mundo, que tanto nos caracteriza cuando somos unos niños. Así que de entrada ser filósofo no es una tarea reservada para las mentes más privilegiadas y brillantes, sino que puede ser perfectamente compatible con la vida de todo ser humano que se hace muchas preguntas y trata de buscar respuestas, aún a sabiendas de que puede no hallar respuesta alguna. Recordemos que en la filosofía muchas veces es más importante la pregunta en sí, que la posibilidad de encontrar una respuesta.

Pero ya me he desviado mucho del comentario de este libro que su publicó en español originalmente en la prestigiosa editorial de ensayos TAURUS, y que hará cosa de dos años está disponible en edición de bolsillos gracias a la joint venture de Ediciones B y grupo Santillana, conocida por el público lector como PUNTO DE LECTURA, serie de bolsillo y económica, para el que no puede comprar la edición de lujo.

El caso es que ahora algunos de mis alumnos están leyendo este libro del maestro inglés de filosofía Alain de Bottom, y aunque lo han encontrado en su mayoría aburridón; me atrevo a decir que es un buen libro introductorio al mundo de la filosofía y de sus posibles aplicaciones a la vida cotidiana.

Se trata de un recorrido por la historia de la filosofía occidental a través de la vida y obra de seis filósofos fundamentales. Lo que de Bottom trata de hacer —me parece que con mediano éxito— es homologar el trabajo intelectual de estos hombres con las soluciones o al menos las consolaciones a seis problemas comunes en la vida de todo ser humano. Así Sócrates ilustra la impopularidad y Epicuro la falta de dinero. La trayectoria de Séneca es un ejemplo de frustración. Montaigne se enfrenta a la ineptitud y Schopenhauer al corazón partido. Finalmente, Nietzsche nos enseña qué hacer ante las dificultades.

La idea del libro está muy padre, sin embargo, digo que los objetivos del mismo creo que sólo se resuelven de manera mediana, en el sentido en que no sé qué tanto podría éste contribuir a que una persona que jamás se ha acercado a la filosofía ni por asomo, comience a hacerlo. A mis alumnos —del último cuatrimestre de la carrera de comunicación— se les ha hecho medio tedioso, aburrido y un tanto denso. Y si eso les parece a ellos, que más o menos están acostumbrados a este tipo de lecturas pedagógicas, no sé que se podría esperar de una persona que no está familiarizado ni con la vida de estos personajes, ni mucho menos con su obra. Y aunque sé bien que la intención del autor es precisamente dar sólo algunas probaditas de las mismas, siento que en algunas ocasiones divaga un poco y el lector corre el riesgo de confundir lo que pensaban estos filósofos, con lo que piensa el maestro de filosofía que habla, comenta y opina de ellos. En ese sentido, me parece que mi traducción es un poco pobre —no quiero pensar que la prosa de Alain de Bottom es más bien débil—; y quizá por eso el libro pierde un poco, pero de que está interesante y puede servirle a un lego (como yo) en estos asuntos filosóficos, ni duda cabe.

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