La buena literatura se impone, al menos en mí.

El club de los negocios raros.
Gilbert Keith Chesterton.
Valdemar.

El Club de los Negocios Raros está compuesto por seis narraciones que ejemplifican todos los méritos que hicieron destacar la figura de Chesterton y todas ellas giran alrededor de un oscuro y pintoresco Club, para pertenecer al cual es necesario haber inventado una profesión o industria absolutamente nueva. Sobre esta base aparentemente trivial, Chesterton combina el misterio con la paradoja y el humor y consigue mantener al lector en estado «de suspensión» permanente, haciéndole caminar de sorpresa en sorpresa por los senderos de sus ingeniosas tramas e invenciones. Chesterton, que tuvo el buen gusto de prodigarse en el relato, debería figurar como miembro de honor de su incomparable Club, por haber inventado la rara industria de complacer al lector.

Esta es literatura de alta factura. Todo aquel que ha tenido la oportunidad de leer a este legendario autor inglés sabe a qué me refiero. No de balde ha sido uno de los escritores con mayor influencia en muchos de mis escritores favoritos, entre ellos Alfonso Reyes, quien fuera uno de los lectores más asiduos de este portento literario.

La primicia de este fabuloso librito de cuentos es genial. Toda una serie de aventuras y personajes que deciden crear una agencia innovadora como la que más: El club de los negocios raros, en donde como el nombre lo indica se reúnen personas que han creado un negocio raro, sólo para no entrar en el monótono estilo de vida de las personas que trabajan en un empleo convencional, estos simpáticos personajes se inventan cada cosa que no sólo nos invitan y conminan al sano solaz de la risa desmesurada, sino también a la interesante reflexión acerca de la cantidad de cosas que hacemos los seres humanos para seguir con vida.

Prácticamente nos arriesgamos y nos exponemos a toda serie de desatinos, sólo por la cochina y menos digna necesidad de alimentarnos, y ser “alguien” ante los ojos de nuestros no menos estúpidos congéneres.

La verdad es un libro hilarante, que nos hace ver que muchas de las cosas que el sentido común nos hace pensar que están bien de entrada, no tienen en realidad fundamento sólido en cuanto son pasadas ante la mirada acuciosa de un escritor que supo ver en su sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX, los puntos neurálgicos de una organización social que fracasa en su intento de ocultar la contradicción y la estupidez humana, expresada al máximo en el sin sentido de nuestra convivencia cotidiana.

Recomendable lectura para el lector que se siente intelectualón y abusado. Porque en esta parodia de lo humano, hasta el más agudo y crítico lector es deleitado, al tiempo que el autor se desternilla de risa, mientras desmenuza que da gusto a la “racional” sociedad humana.

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