El hombre estelar
El hombre estelar
John Baines
EuroAmérica
1992
"Debemos comprender que la verdadera evolución no se improvisa de ninguna manera, y que nadie en el Universo puede lograrla sin un proceso lento, sostenido y esforzado, de autorrealización".
Este es quizá uno los libros más interesantes que leído en este año. Y probablemente uno de los más interesantes de cuantos he leído en mi vida entera. Se trata de un tratado sobre la filosofía Hermética, esa misma que está expuesta en el mítico Kybalion, con la diferencia que en este libro, las 7 leyes Universales están mejor aterrizadas y adaptadas a la realidad contemporánea.
Este libro es la segunda parte del no menos enigmático libro Los brujos hablan.
¿Cuáles son esas leyes o principios?
Yo lo recomiendo ampliamente para todos mis lectores que tantas preguntas me hacen sobre la verdadera naturaleza de la realidad; y de los poderes que operan sobre ella.
Como siempre lo he dicho, el verdadero conocimiento está al alcance de todos. El problema radica en que la mayoría de nosotros estamos tan condicionados por nuestro propio sistema de creencias. La mayoría de los seres humanos prefieren seguir siendo parte del "rebaño", porque finalmente estar en la zona de confort es lo más fácil.
Quien tenga oídos...
Aquí les dejo la liga, para todos aquellos que se quieran entenrar de un sin fin de cosas imporatntes, que seguramente puden ayudar a mejorar la vida, de todo aquel quien profundice en estos crípticos conocimientos.
Aquí les dejo un capítulo completo, para que se den una idea de qué va el libro. Insisto, un libro lleno de sabiduría, que a muchos puede o no interesar.
John Baines
EuroAmérica
1992
"Debemos comprender que la verdadera evolución no se improvisa de ninguna manera, y que nadie en el Universo puede lograrla sin un proceso lento, sostenido y esforzado, de autorrealización".
Este es quizá uno los libros más interesantes que leído en este año. Y probablemente uno de los más interesantes de cuantos he leído en mi vida entera. Se trata de un tratado sobre la filosofía Hermética, esa misma que está expuesta en el mítico Kybalion, con la diferencia que en este libro, las 7 leyes Universales están mejor aterrizadas y adaptadas a la realidad contemporánea.
Este libro es la segunda parte del no menos enigmático libro Los brujos hablan.
¿Cuáles son esas leyes o principios?
1 Principio de mentalismo
2 Principio de correspondencia
3 Principio de vibración
4 Principio de polaridad
5 Principio de ritmo
6 Principio de causa y efecto
7 Principio de generación
Yo lo recomiendo ampliamente para todos mis lectores que tantas preguntas me hacen sobre la verdadera naturaleza de la realidad; y de los poderes que operan sobre ella.
Como siempre lo he dicho, el verdadero conocimiento está al alcance de todos. El problema radica en que la mayoría de nosotros estamos tan condicionados por nuestro propio sistema de creencias. La mayoría de los seres humanos prefieren seguir siendo parte del "rebaño", porque finalmente estar en la zona de confort es lo más fácil.
Quien tenga oídos...
Aquí les dejo la liga, para todos aquellos que se quieran entenrar de un sin fin de cosas imporatntes, que seguramente puden ayudar a mejorar la vida, de todo aquel quien profundice en estos crípticos conocimientos.
Aquí les dejo un capítulo completo, para que se den una idea de qué va el libro. Insisto, un libro lleno de sabiduría, que a muchos puede o no interesar.
VIVISECCIÓN DEL SAPIENS
El
homo sapiens
es
una paradoja viviente. No sabríamos decir si es la más grande o la más
insignificante de las criaturas, que habitan la tierra. En él se aúnan
las cualidades más excelsas con las pasiones más ruines, viles y
perversas. Hay mucha gente buena, pero los malos son más numerosos.
Llamamos bueno al que cumple con las leyes, respeta a su prójimo, y hace
el bien en general, es decir, trata de ayudar a los demás en la medida
de sus fuerzas. Denominamos malo al sujeto destructivo, amoral, que goza
perjudicando a la gente de alguna manera.
Por
desgracia, tanto el bueno como el malo son de esa manera sin que
intervenga para nada en ellos mismos su propia volición. El bueno es
bondadoso a pesar de sí mismo. El malo no puede evitar ser como es. Aún
más, lo justifica y acepta. La situación se complica al observar que hay
hombres buenos pero “tontos”, y muchos malos inteligentes.
¿Cómo
hacer para seleccionar nuestras amistades? ¿Cómo medir a quién haremos
depositario de nuestro afecto? ¿De qué manera podemos autocalificarnos
para valorar nuestra ubicación como personas vivientes?
No
podemos dividir el mundo en buenos y malos, ricos y pobres,
inteligentes y tontos, o personas importantes o insignificantes.
Generalmente el
sapiens
se
agrupa por simpatías instintivas que escapan a todo análisis. Esta
alineación se establece comúnmente por las cualidades o defectos. Lo
similar busca lo similar, salvo en la relación amorosa, donde lo
contrario es más frecuente.
Los hombres de ciencia estudian constantemente la psicología del
sapiens,
procurando
justificar, de algún modo, sus infinitas contradicciones. Se han
escrito incontables tratados y ensayos sobre la moral, el amor, la
ética, la vida, la muerte, lo finito, y lo infinito. No obstante, muy
poca luz ha surgido sobre la verdadera naturaleza del
sapiens.
No
se debe esto a que la ciencia ignore demasiadas cosas, sino al hecho
sorprendente de la inutilidad que reviste el saber, al comprobar la
incapacidad de la persona humana, de “aquilatar” o “tomar el peso” a los
alcances o proyecciones de conceptos determinados.
Diciéndolo
de otra manera, si afirmamos que el ser humano vive permanentemente en
un estado sonambúlico, el estudiante puede entender perfectamente la
idea, especialmente si está bien documentada, pero será absolutamente
incapaz de proyectarla al contexto general de la vida humana y natural.
Es decir, no captará ni remotamente, todo el horror que encierra la
afirmación que nos sirve de ejemplo.
Es
así como las más impactantes realidades permanecen “ignoradas”, a pesar
de que son de público dominio. Uno de los hechos más impresionantes es
precisamente nuestra condición biológica de animales. No lo pensemos
abstractamente, sino que repitámoslo varias veces: “soy un animal, soy
un animal, soy un animal”. Pensemos en lo que esto verdaderamente
significa y en todo aquello que involucra. Sabemos que la mayoría de las
personas dirán que entienden perfectamente que son animales, pero
también estoy seguro que les resultará absolutamente imposible
visualizar las asombrosas proyecciones que esto tiene.
Debido
a lo cual, podemos decir que “la ciencia sabe mucho pero lo ignora casi
todo”. Al respecto, podemos recordar con agrado el libro de
Desmond Morris,
“El mono desnudo”, un estudio sobre el animal humano. Este libro
dirigido al gran público, produjo un gran impacto, por el crudo examen
de las características animales del sapiens,
haciendo de él un acertado retrato zoológico. ¿Y qué ocurría antes de esto? ¿Acaso la gente no sabía que el
sapiens
era un mono? Por supuesto que sí, pero nadie “pesaba” el significado que esto tenía.
Y sin embargo, el
sapiens
se
siente profundamente orgulloso de su talento, de su genio creador, de
su capacidad de raciocinio, de su capacidad de afecto y de su poder
creador, autodenominándose “la más alta manifestación viviente de la
inteligencia”, o “la criatura viviente más perfecta”.
Particularmente satisfecho se muestra el
sapiens
con
su cultura, aduciendo que la capacidad de transmitirla a generaciones
venideras lo diferencia enormemente de las demás especies animales, las
cuales, en apariencia, carecen de esta facultad.
De igual modo,
sapiens
afirma
poseer altísimos privilegios inherentes al grado de “civilización”
obtenido por su especie. También hemos oído frases tales como: “todo ser
humano tiene derecho a ser feliz”, o bien “todo ser humano es libre por
naturaleza”. Diciéndolo de otro modo, esto equivale a sostener que por
el solo hecho de haber nacido, una criatura
sapiens
tiene derecho a libertad, felicidad, amor y bienestar.
Pretendemos
mostrar (no demostrar ya que escribimos sólo para las personas
inteligentes, que no necesitan ser convencidas, sino que se convencen a
sí mismas con argumentos inteligentes y razonables) que el
homo sapiens
no
solamente no tiene derecho ni a libertad, ni a felicidad, ni a
bienestar alguno que no se lo gane a sí mismo, sino que además, no es ni
remotamente tan inteligente, racional, y superior como él mismo lo
cree.
Por el contrario, queremos establecer la escasa importancia del homo sapiens
ante
la naturaleza, y su absoluta mediocridad intelectual, como asimismo, su
condición eminentemente sonambúlica y su existencia absolutamente
fantasiosa, mentirosa e irreal. En otras palabras, el
sapiens
es
sólo una criatura funcionalmente deficiente y antropológicamente
infantil, que por motivos psicológicamente comprensibles (autoestima),
prefiere sepultar esta convicción en lo más profundo del subconsciente, y
soñar, en cambio, en su propio e ilusorio poderío, importancia,
voluntad e inteligencia.
Sería
absurdo pensar que en un mundo habitado por seres racionales,
conscientes, e inteligentes, exista el peligro latente de una
destrucción total por una guerra nuclear. El solo hecho que existan
leyes punitivas demuestra que la gente no se conduce teniendo como guía a
la razón, la justicia, la tolerancia, el deber, y la corrección.
La
locura, los complejos, el suicidio, los crímenes pasionales, los
trastornos psicológicos, la angustia, la ambición descontrolada, el
asesinato, nos prueban, justamente, el irracional comportamiento de las
personas.
Es así como el
sapiens
pretende poseer una serie de cualidades, poderes y privilegios, que existen
sólo en su imaginación. Cuando
Calderón de la Barca dijo que “la vida es sueño”, tenía muchísima más razón de la que jamás nadie
podría pensar.
La especie
sapiens
es
la cantidad, el número, el material provisto por la naturaleza para que
según sus propias leyes, se produzca la selección de unos pocos seres
que son los que finalmente llegan a una meta evolutiva. Estos pocos
pueden alcanzar verdaderamente una condición humana, y gozar de todos
los privilegios que esto involucra, tales como libertad, felicidad,
bienestar, amor, etc. La masa proporciona simplemente la materia prima
para el experimento social de la naturaleza y de la historia. La
naturaleza es fría y no tiene preferencias ni simpatías por nadie en
especial.
Esto
no debe ser motivo para que la gente se desprecie a sí misma, creyendo
injustificadamente ser criaturas inferiores; lo que ocurre,
sencillamente, es que el
homo sapiens,
según
su edad evolutiva es apenas un niño, que en su condición de tal no
puede avergonzarse de no ser como los adultos. En efecto, sabemos que el
comportamiento relativamente consciente del ser humano alcanza apenas a
unos miles de años, y que si tuviéramos que comparar su edad con la de
un ejemplar
sapiens
(edad cronológica de una persona), diríamos, que como especie tiene apenas 8 ó 10 años de edad.
Cabe
esperarse que cuando llegue a su mayoría de edad, la cual tiene que
medirse por tiempo cósmico y no terrestre, logre una mayor madurez.
Hoy
en día la humanidad acepta como “normal” a todo individuo cuyo
comportamiento biológico y psicológico se ajuste a la “norma” general,
es decir, a las pautas colectivas. “Anormal” es todo aquél que se aparta
de estos esquemas. No obstante, jamas pensamos cuán lejos o cuán cerca
estará lo “normal” de lo óptimo. Podría ocurrir que lo “normal” esté
mucho más cerca de lo deficiente, imperfecto, o pésimo, que de lo
óptimo.
¿No
sería posible, por ejemplo, que los genios no sean los
extraordinariamente inteligentes, sino que al revés, el resto de la
humanidad extraordinariamente tonta? Debernos aceptar que esto es
perfectamente posible, ya que carecemos de hitos o puntos de referencia
para comparar a la raza humana con otra. Suponiendo que realmente todos
los habitantes del planeta fuéramos dementes, ¿que posibilidades
tendríamos de darnos cuenta de esto?
Un
individuo solamente puede hacerse consciente de estos fenómenos si en
virtud de una experiencia mística, trasciende su condición de
sapiens,
y
se eleva a un estado de profunda conciencia y absoluta vigilia, en el
cual su tremenda claridad mental lo hace comprender “verdades absolutas o
eternas”, en contraposición a las “pequeñas” verdades, temporales y
relativas, que maneja en su vida habitual.
Durante
esta elevación de la conciencia, el individuo puede ver que el ser
humano “normal”, es verdaderamente anormal, en el sentido de un ser
viviente deficientemente realizado. Observará al
sapiens
como un retrasado mental (no intelectual), como un irresponsable, como un sujeto hipnotizado.
Este
proceso de conocimiento, el cual ha sido llamado “revelación o
iluminación” en algunos hombres “santos”, se ve confirmado
posteriormente, al salir el individuo de su estado superior y bajar a la
condición común, por su ulterior observación del comportamiento de las
personas, las cuales actúan probando y demostrando en la vida cotidiana,
la veracidad del saber que el iniciado adquirió.
Contra
lo ya expuesto se objetará que el avance extraordinario de la ciencia,
prueba la inteligencia y capacidad del ser humano, y que la civilización
la demuestra. Sin embargo, esta impugnación se justifica solamente por
el hecho de que el
sapiens
tiene
en alta estima la inteligencia, considerándola como la más alta
manifestación humana. Se comprende entonces, que se venere la acción y
memoria de los grandes intelectuales, superados en poder y prestigio
solamente por los grandes millonarios. Un genio será, de este modo,
recordado vigorosamente por la historia, aun cuando fuere el inventor de
un arma letal que destruyera a media humanidad.
El
hermetismo refuta el hecho de que la inteligencia sea el elemento más
valioso del individuo humano, y sostiene, en cambio, que su fundamento
más precioso e inapreciable es
la conciencia
(en el sentido de ser más consciente, más despierto, más alerta, más juicioso, más sabio).
Esta facultad,
la conciencia,
de
la cual carecen la mayoría de las personas, solamente puede nacer en
sujetos que por variados factores han alcanzado en la vida un nivel de
vigilia más alto que el normal, es decir, que en cierta manera han
despertado, liberándose del sueño sonambúlico que aqueja a la masa.
Aseguramos que el
sapiens
es
un ser integralmente programado, a nivel cerebral, emocional,
instintivo, y físico, en general. Aquello que la psicología llama
“personalidad”, podemos también definirlo como “programa individual”. Un
sujeto cualquiera tiene una compleja y extensa programación cerebral,
por efecto de la herencia, la educación, la cultura, la imitación, el
aprendizaje, los reflejos condicionados, etc. De esta manera, cuando un
individuo piensa, puede hacerlo solamente dentro del texto básico de su
programa cerebral,
del cual no puede apartarse por motivo alguno, aun cuando se esforzara en lograrlo.
Cada
sujeto debe atenerse forzosamente a su guión cerebral, y no puede hacer
otra cosa que manifestarse en él y por su intermedio.
A fin de comprender lo que tratamos de explicar, pensemos
en programación y conciencia
como en elementos absolutamente opuestos, ya que
conciencia
implica
capacidad de cambio, elección, y autogobierno, lo cual, obviamente, no
es posible en un ente que es la manifestación visible de un programa. El
Gran Programador puede ser denominado Dios, Padre Universal,
Inteligencia Cósmica, o como se le quiera nombrar, pero siempre sabremos a que nos referimos.
Debido
a su programación cerebral y a otros fenómenos poco conocidos, el ser
humano vive, como ya lo hemos dicho con anterioridad, en un permanente
estado sonambúlico. ¿Qué es un sonámbulo? El diccionario define el
sonambulismo como “sueño anormal durante el cual el paciente se levanta,
anda, y a veces habla”. Genial definición para nuestro propósito,
solamente que la expresaríamos de la siguiente manera: “sueño que afecta
a toda la humanidad, durante el cual, se levanta, anda, lucha, ama,
odia, goza, sufre, piensa, procrea, vive, envejece, y muere, sin darse
cuenta jamás de su condición hipnótica”. Recordemos que el conocimiento
de la hipnosis se originó en las escuelas esotéricas, y que la ciencia,
aún habiéndole adoptado, está muy lejos de conocer.
Sin
embargo, el individuo duerme en la noche, pero está despierto en el
día. Lo que no se considera es que sueño y vigilia representan puntos
extremos de la conciencia psicológica, pero que entre estos polos hay
muchos grados. Así, una persona puede estar, durante la noche,
ligeramente dormida, muy dormida, profundamente dormida, o
“profundísimamente” dormida. Lo mismo ocurre con la vigilia, en la cual,
un hombre puede estar apenas despierto o extremadamente alerta.
Pues bien, el
sapiens
se
acostumbró insensiblemente a creer que su estado habitual de conciencia
durante el día es el de “estar despierto”, cuando en realidad es un
estado de sueño hipnótico o sonambúlico, en el cual, sin embargo, el
sujeto puede desenvolverse con apariencias de vigilia, ya que la
inteligencia programática no se ve, en apariencia, afectada por la
hipnosis, especialmente cuando no hay nadie lo suficientemente despierto
como para hacerlo notar.
La
historia nos relata, empero, los episodios de la vida de algunos
filósofos que por haber devenido “hombres despiertos”, comprendieron la
verdad, tuvieron acceso a una realidad profunda y substancial, y
trataron de comunicar su conocimiento a los demás hombres para ayudarlos
a despertar. Algunos así lo hicieron, pero la inmensa mayoría
permaneció sorda, ciega, y muda.
No
obstante, la gran mayoría de los filósofos han sido solamente grandes
pensadores, pero no hombres despiertos; gigantes del intelecto, pero no
de la
conciencia.
Es
por eso que la filosofía tradicional ha sido siempre tan árida, tan
fría, tan abstracta, y tan poco práctica. Estos filósofos fueron
solamente “enamorados de la verdad”, pero en forma de una imagen o
símbolo, y no como una realidad viviente.
De este modo, la inteligencia que posee el
sapiens,
aun cuando sea genial, es una inteligencia mecánica, muerta y programada.
¿Y
qué hay de la capacidad creadora?, se nos objetará, cuando el hombre
prueba su genio creador a cada instante. Replicamos a esto diciendo que
el programa cerebral y cultural del hombre docto o sabio, crece
constantemente, pero siempre siguiendo los patrones ya establecidos en
el texto. El sujeto puede estudiar o investigar constantemente, pero
siempre dentro de los límites del contenido básico de su intelecto. Así,
acumula miles de elementos heterogéneos y homogéneos, los cuales, en su
diario quehacer intelectual pueden dar lugar a infinitas combinaciones,
que se han dado por la mecánica del pensamiento en el trabajo cerebral,
pero no por un auténtico proceso de creación. En este mundo regido por
la inteligencia mecánica, será tanto más inteligente aquél que más
información posee en su programa, y que sea capaz de manejarla en la
forma más ágil posible.
El
filósofo hermético, que se ha convertido realmente en un hombre
despierto, tiene una inteligencia viva, despierta, creadora y
desprogramada, al revés del común de los mortales. Esta inteligencia se
manifiesta más
allá
de lo puramente intelectual, llegando a la cima de una concepción
integral en la cual la inteligencia debe rebasar el ámbito intelectual
para llegar a la dimensión de lo mental. En efecto, hemos dado a la
palabra
mente
un
significado que no tiene habitualmente, definiéndola del siguiente
modo: “inteligencia y conciencia nacida de un aprendizaje en estado de
vigilia intensificada”.
El hombre común carece de mente, y debe conformarse con manejar su limitada inteligencia y conocimiento, desarrollados en base a un aprendizaje sonambúlico, o sea, en estado de sueño o hipnosis.El hermetista, con su mente, puede llegar al conocimiento de las verdades absolutas y eternas, en oposición a las verdades relativas y temporales del sapiens. Las metas del hermetista son eternas; las del profano, temporales y finitas.
Privado de las posibilidades superiores de la mente, el
sapiens
presiente
en forma oscura su propia debilidad e indefensión ante el destino y la
muerte, la enfermedad, la guerra, la pobreza, y los cambios peligrosos.
Es por eso que siempre ha buscado líderes o jefes cuya fortaleza supla
su propia debilidad. Guiado por el mismo afán ha inventado Dioses,
a los cuales pide el poder y la fortaleza de la cual él mismo carece.
Toda la estructura de nuestro mundo civilizado se basa en la absoluta
debilidad, cobardía, impotencia, ignorancia, e indefensión del individuo
humano, el cual fabrica sistemas colectivos de protección, apoyo y
control, para así suplir externamente su endeblez interna.
Prefabrica
una cultura, una moral, credos religiosos, leyes y sistemas policiales
para reprimir a quienes vayan contra los comunes intereses del momento
histórico. Planifica y programa la vida comunitaria y el futuro de sus
hijos. Internamente, en cambio, la chispa espiritual desfallece cada vez
más ante la deshumanización progresiva de un mundo que en verdad nunca
fue humano, sino, “animal-inteligente”. El mundo ha glorificado la
ciencia, olvidándose en cambio de la naturaleza humana.
El
centro de gravedad de la conciencia psicológica del sujeto se proyecta
cada vez más hacia el mundo externo, efectuando un progresivo abandono
de sí mismo para encarnarse en los hijos monstruosos de la civilización:
los bienes de consumo, las máquinas, el cine, y la televisión. La a
publicidad y la prensa son los dos super monstruos de la época,
herramientas con las cuales se manipula hábilmente al hombre para
convertirlo en un perfecto autómata, obediente consumidor de tales o
cuales productos, y respetuoso servidor de ideologías y sistemas, que a
la vez sirven a pequeños grupos de poder.
Si
bien es cierto que vivimos en la era de las multitudes, y que su voz ha
reemplazado a la autoridad de reyes y príncipes del pasado, no es menos
cierto que la historia es el conflicto de las minorías, es decir, de
los líderes que dirigen la masa.
Por ser de interés extremo, transcribo las palabras del profesor
Ludwig Von Bertalanffy, de la Universidad de Alberta, USA:
“El comportamiento es una reacción provocada por estímulos externos”...“en la medida en que el comportamiento no es connatural o instintivo, obedece a influjos externos a los que el organismo ha estado sometido anteriormente: el condicionamiento clásico según Pavlov, el condicionamiento instrumental según Skiner, los sucesos vívidos en la temprana infancia según Freud, los refuerzos secundarios según teorías más recientes.Se deduce de esto que el aprendizaje elemental, la enseñanza y la vida humana en general, son esencialmente reacciones a condiciones externas: comienzan en la temprana niñez con la imposición de normas elementales de limpieza y otras interferencias que conducen a un comportamiento socialmente aceptable y frenan la conducta que no lo es; siguen con la enseñanza, que se da mejor según los principios de Skinner de refuerzo de las reacciones correctas y utilizando máquinas de enseñar; y acaban en un hombre adulto incorporado a una sociedad opulenta que a todos hace venturosos, un hombre al cual se condiciona en forma rigurosamente científica con los medios de información pública de las masas para hacer de él un consumidor perfecto, o sea, un autómata que responde adecuadamente reaccionando de acuerdo con lo preceptuado por el predominante conjunto político”...“El hombre como máquina que puede ser programada; todas esas maquinas idénticas como automóviles salidos de la cadena de montaje; el equilibrio o la comodidad como desiderátum; el comportamiento como una operación comercial de gasto mínimo y beneficio máximo; tal es la expresión perfecta de la filosofía de la sociedad comercial. Estímulo-reacción, ingresos-salida, productor-consumidor, todo ello corresponde al mismo concepto expresado en términos distintos”.
Sigue el profesor Bertalanffy:
“Se me da un ardite en qué medida los profesores A, B o C hayan modificado a Watson, Hull y Freud o reemplazado sus tajantes asertos por circunloquios más restringidos y alambicados. Pero sí me importa, y mucho, que su espíritu siga dominándolo todo en nuestra sociedad y, lo que es más, que se juzgue necesario para la supervivencia de. la misma; es reducir al hombre al nivel inferior de su naturaleza animal y manipularlo con miras a degradarlo a consumidor autómata y estúpido, a un fantoche manejado por los hilillos de la fuerza política entonteciéndole sistemáticamente con un perverso sistema de enseñanza; en resumen, deshumanizándolo más y más por medio de una complicada tecnología psicológica.Los efectos de tales manejos los vemos en todas partes: “en la indecible vulgaridad de la cultura popular; en los insufribles niños y mozalbetes que no saben hablar su propia lengua cuando ingresan a la Universidad, pero permanecen embobados ante el televisor cinco horas diarias”...“sociedad en la que la insensata y despiadada competencia llena millares de manicomios; en la política que ha transmutado la democracia de Jefferson en un rebaño fácil de manejar”...“la persuasión de la multitud es una de las artes más antiguas”... “el arte de persuadir a la multitud pasó a ser una ciencia que utiliza mecanismos y técnicas psicológicas”...“Éste, además de las armas nucleares es el gran descubrimiento de nuestra época: la facultad de modelar a los hombres y trocarlos en autómatas “compradores” de todo, desde pasta dentífrica y Beatles hasta presidentes, la guerra atómica y el propio aniquilamiento”.
El sapiens,
alienado
por estas poderosas fuerzas, es un simple títere al cual no le queda
otro recurso que vivir su vida y cumplir con el papel que le ha sido
asignado en el drama de la creación.
¿No será ésta una gigantesca y horrenda conspiración planificada por anónimas potencias, o será sólo un pasatiempo de los Dioses?
El
bombardeo constante de los medios audiovisuales que impactan
poderosamente a la psiquis del sujeto, los múltiples requerimientos de
la sociedad, y la complejidad creciente de la vida civilizada mantienen a
la persona fascinada y en suspenso, como en un verdadero trance
sonambúlico, del cual difícilmente despertará, ya que la relación entre
el sujeto y el medio es un constante proceso de retroalimentación, el
cual actúa como elemento de
manutención y refuerzo de la hipnosis.
El
hermetista puede aislarse psicológicamente de esta influencia negativa y
permanecer despierto, pero debe obligadamente compartir con la gente
las circunstancias materiales que ese derivan de esta situación de
sugestión colectiva.
Por cierto que la sociedad no es la causante del sueño sonambúlico del
sapiens,
sino
que solamente actúa manteniéndolo y reforzándolo. El sueño es una
fuerza universal que está presente en todo el Cosmos, y que se
manifiesta de diversas maneras.
Según
la tradición hermética, cuando el Supremo Creador expulsó al hombre del
paraíso, lo castigó injertándole en el cerebro un mecanismo de sueño
hipnótico, a fin de que fuera un obediente siervo de las viñas del
Señor.
Los
maestros herméticos, deseando compartir la dicha de un estado vigilia
superior con quienes estén preparados para ello, mantienen escuelas
herméticas donde se concede al sujeto “una oportunidad” de liberarse de
la esclavitud del sueño que, convierte a los hombre en “instrumentos
animados manuables”, definición del esclavo dada por Aristóteles.
La
Cofradía de los Brujos invita a todo aquél que esté lo suficientemente
capacitado, a la realización de esta magna obra para que se una a su
movimiento espiritual. Afirmamos que el hombre puede recuperar el
paraíso perdido y aún ganar ventaja, ya que puede volver a habitarlo “después de haber comido el fruto prohibido”,
que según lo expresa la Biblia, haría al hombre similar a Dios.
Sin
embargo, esta invitación es solamente para los que tengan “ojos para
ver y oídos para escuchar, ya que los labios de la sabiduría permanecen
cerrados para el que no sabe escuchar”.
No
se piense, no obstante, que cualquiera puede cruzar la puerta que
conduce a la dicha suprema y a la inmortalidad. Al revés, “muchos serán
los llamados y pocos los elegidos”.
Cada
persona tiene su “nivel personal”, y si ese nivel es demasiado bajo,
cultural y conceptualmente hablando, es insalvable el espacio que
tendría que salvar para ponerse a la altura de una escuela iniciática
verdadera. Puede, en cambio, prepararse para la iniciación llevando una
vida virtuosa y disciplinada, procurando llegar a una
auto superación moral y espiritual. Muchas veces la vida misma ha
preparado lo suficiente a un individuo. No hay normas rígidas en esto;
en determinados casos se exigirá a un individuo una educación superior
como requisito básico para ingresar a una escuela, ya que sin una base
cultural le sería imposible comprender la enseñanza, y su camino sería
un “acto de fe”, lo cual es insuficiente.
Debemos considerar que a pesar de que el sapiens
está
íntegramente programado, y esto lo perjudica de la manera que hemos
analizado, posee la chispa divina, y que este sólo hecho le brinda de
inmediato todas las más grandes posibilidades de redención y ascenso.
Esto
lo podemos observar en aquellas personas que por alguna causa tienen
una chispa divina más poderosa que lo común, y que demuestran este hecho
realizando toda clase de buenas obras y enfrentando la vida con un
criterio superior. Si vivisectamos al hombre es sólo para mostrarle sus
posibilidades de evolución, y no con el ánimo de una crítica destructiva
o cruel.
Comentarios