El hombre estelar

El hombre estelar
John Baines 
EuroAmérica
1992 


"Debemos comprender que la verdadera evolución no se improvisa de ninguna manera, y que nadie en el Universo puede lograrla sin un proceso lento, sostenido y esforzado, de autorrealización". 


Este es quizá uno los libros más interesantes que leído en este año. Y probablemente uno de los más interesantes de cuantos he leído en mi vida entera. Se trata de un tratado sobre la filosofía Hermética, esa misma que está expuesta en el mítico Kybalion, con la diferencia que en este libro, las 7 leyes Universales están mejor aterrizadas y adaptadas a la realidad contemporánea. 

Este libro es la segunda parte del no menos enigmático libro Los brujos hablan

¿Cuáles son esas leyes o principios? 

1 Principio de mentalismo
2 Principio de correspondencia 
3 Principio de vibración
4 Principio de polaridad 
5 Principio de ritmo
6 Principio de causa y efecto
7 Principio de generación        

Yo lo recomiendo ampliamente para todos mis lectores que tantas preguntas me hacen sobre la verdadera naturaleza de la realidad; y de los poderes que operan sobre ella. 

Como siempre lo he dicho, el verdadero conocimiento está al alcance de todos. El problema radica en que la mayoría de nosotros estamos tan condicionados por nuestro propio sistema de creencias. La mayoría de los seres humanos prefieren seguir siendo parte del "rebaño", porque finalmente estar en la zona de confort es lo más fácil. 



Quien tenga oídos...

Aquí les dejo la liga, para todos aquellos que se quieran entenrar de un sin fin de cosas imporatntes, que seguramente puden ayudar a mejorar la vida, de todo aquel quien profundice en estos crípticos conocimientos. 



Aquí les dejo un capítulo completo, para que se den una idea de qué va el libro. Insisto, un libro lleno de sabiduría, que a muchos puede o no interesar. 

VIVISECCIÓN DEL SAPIENS

El homo sapiens es una paradoja viviente. No sabríamos decir si es la más grande o la más insignificante de las criaturas, que habitan la tierra. En él se aúnan las cualidades más excelsas con las pasiones más ruines, viles y perversas. Hay mucha gente buena, pero los malos son más numerosos. Llamamos bueno al que cumple con las leyes, respeta a su prójimo, y hace el bien en general, es decir, trata de ayudar a los demás en la medida de sus fuerzas. Denominamos malo al sujeto destructivo, amoral, que goza perjudicando a la gente de alguna manera.
Por desgracia, tanto el bueno como el malo son de esa manera sin que intervenga para nada en ellos mismos su propia volición. El bueno es bondadoso a pesar de sí mismo. El malo no puede evitar ser como es. Aún más, lo justifica y acepta. La situación se complica al observar que hay hombres buenos pero “tontos”, y muchos malos inteligentes.
¿Cómo hacer para seleccionar nuestras amistades? ¿Cómo medir a quién haremos depositario de nuestro afecto? ¿De qué manera podemos autocalificarnos para valorar nuestra ubicación como personas vivientes?
No podemos dividir el mundo en buenos y malos, ricos y pobres, inteligentes y tontos, o personas importantes o insignificantes. Generalmente el sapiens se agrupa por simpatías instintivas que escapan a todo análisis. Esta alineación se establece comúnmente por las cualidades o defectos. Lo similar busca lo similar, salvo en la relación amorosa, donde lo contrario es más frecuente.
Los hombres de ciencia estudian constantemente la psicología del sapiens, procurando justificar, de algún modo, sus infinitas contradicciones. Se han escrito incontables tratados y ensayos sobre la moral, el amor, la ética, la vida, la muerte, lo finito, y lo infinito. No obstante, muy poca luz ha surgido sobre la verdadera naturaleza del sapiens. No se debe esto a que la ciencia ignore demasiadas cosas, sino al hecho sorprendente de la inutilidad que reviste el saber, al comprobar la incapacidad de la persona humana, de “aquilatar” o “tomar el peso” a los alcances o proyecciones de conceptos determinados.
Diciéndolo de otra manera, si afirmamos que el ser humano vive permanentemente en un estado sonambúlico, el estudiante puede entender perfectamente la idea, especialmente si está bien documentada, pero será absolutamente incapaz de proyectarla al contexto general de la vida humana y natural. Es decir, no captará ni remotamente, todo el horror que encierra la afirmación que nos sirve de ejemplo.
Es así como las más impactantes realidades permanecen “ignoradas”, a pesar de que son de público dominio. Uno de los hechos más impresionantes es precisamente nuestra condición biológica de animales. No lo pensemos abstractamente, sino que repitámoslo varias veces: “soy un animal, soy un animal, soy un animal”. Pensemos en lo que esto verdaderamente significa y en todo aquello que involucra. Sabemos que la mayoría de las personas dirán que entienden perfectamente que son animales, pero también estoy seguro que les resultará absolutamente imposible visualizar las asombrosas proyecciones que esto tiene.
Debido a lo cual, podemos decir que “la ciencia sabe mucho pero lo ignora casi todo”. Al respecto, podemos recordar con agrado el libro de Desmond Morris, “El mono desnudo”, un estudio sobre el animal humano. Este libro dirigido al gran público, produjo un gran impacto, por el crudo examen de las características animales del sapiens, haciendo de él un acertado retrato zoológico. ¿Y qué ocurría antes de esto? ¿Acaso la gente no sabía que el sapiens era un mono? Por supuesto que sí, pero nadie “pesaba” el significado que esto tenía.
Y sin embargo, el sapiens se siente profundamente orgulloso de su talento, de su genio creador, de su capacidad de raciocinio, de su capacidad de afecto y de su poder creador, autodenominándose “la más alta manifestación viviente de la inteligencia”, o “la criatura viviente más perfecta”.
Particularmente satisfecho se muestra el sapiens con su cultura, aduciendo que la capacidad de transmitirla a generaciones venideras lo diferencia enormemente de las demás especies animales, las cuales, en apariencia, carecen de esta facultad.
De igual modo, sapiens afirma poseer altísimos privilegios inherentes al grado de “civilización” obtenido por su especie. También hemos oído frases tales como: “todo ser humano tiene derecho a ser feliz”, o bien “todo ser humano es libre por naturaleza”. Diciéndolo de otro modo, esto equivale a sostener que por el solo hecho de haber nacido, una criatura sapiens tiene derecho a libertad, felicidad, amor y bienestar.
Pretendemos mostrar (no demostrar ya que escribimos sólo para las personas inteligentes, que no necesitan ser convencidas, sino que se convencen a sí mismas con argumentos inteligentes y razonables) que el homo sapiens no solamente no tiene derecho ni a libertad, ni a felicidad, ni a bienestar alguno que no se lo gane a sí mismo, sino que además, no es ni remotamente tan inteligente, racional, y superior como él mismo lo cree.
Por el contrario, queremos establecer la escasa importancia del homo sapiens ante la naturaleza, y su absoluta mediocridad intelectual, como asimismo, su condición eminentemente sonambúlica y su existencia absolutamente fantasiosa, mentirosa e irreal. En otras palabras, el sapiens es sólo una criatura funcionalmente deficiente y antropológicamente infantil, que por motivos psicológicamente comprensibles (autoestima), prefiere sepultar esta convicción en lo más profundo del subconsciente, y soñar, en cambio, en su propio e ilusorio poderío, importancia, voluntad e inteligencia.
Sería absurdo pensar que en un mundo habitado por seres racionales, conscientes, e inteligentes, exista el peligro latente de una destrucción total por una guerra nuclear. El solo hecho que existan leyes punitivas demuestra que la gente no se conduce teniendo como guía a la razón, la justicia, la tolerancia, el deber, y la corrección.
La locura, los complejos, el suicidio, los crímenes pasionales, los trastornos psicológicos, la angustia, la ambición descontrolada, el asesinato, nos prueban, justamente, el irracional comportamiento de las personas.
Es así como el sapiens pretende poseer una serie de cualidades, poderes y privilegios, que existen sólo en su imaginación. Cuando Calderón de la Barca dijo que “la vida es sueño”, tenía muchísima más razón de la que jamás nadie podría pensar.
La especie sapiens es la cantidad, el número, el material provisto por la naturaleza para que según sus propias leyes, se produzca la selección de unos pocos seres que son los que finalmente llegan a una meta evolutiva. Estos pocos pueden alcanzar verdaderamente una condición humana, y gozar de todos los privilegios que esto involucra, tales como libertad, felicidad, bienestar, amor, etc. La masa proporciona simplemente la materia prima para el experimento social de la naturaleza y de la historia. La naturaleza es fría y no tiene preferencias ni simpatías por nadie en especial.
Esto no debe ser motivo para que la gente se desprecie a sí misma, creyendo injustificadamente ser criaturas inferiores; lo que ocurre, sencillamente, es que el homo sapiens, según su edad evolutiva es apenas un niño, que en su condición de tal no puede avergonzarse de no ser como los adultos. En efecto, sabemos que el comportamiento relativamente consciente del ser humano alcanza apenas a unos miles de años, y que si tuviéramos que comparar su edad con la de un ejemplar sapiens (edad cronológica de una persona), diríamos, que como especie tiene apenas 8 ó 10 años de edad.
Cabe esperarse que cuando llegue a su mayoría de edad, la cual tiene que medirse por tiempo cósmico y no terrestre, logre una mayor madurez.
Hoy en día la humanidad acepta como “normal” a todo individuo cuyo comportamiento biológico y psicológico se ajuste a la “norma” general, es decir, a las pautas colectivas. “Anormal” es todo aquél que se aparta de estos esquemas. No obstante, jamas pensamos cuán lejos o cuán cerca estará lo “normal” de lo óptimo. Podría ocurrir que lo “normal” esté mucho más cerca de lo deficiente, imperfecto, o pésimo, que de lo óptimo.
¿No sería posible, por ejemplo, que los genios no sean los extraordinariamente inteligentes, sino que al revés, el resto de la humanidad extraordinariamente tonta? Debernos aceptar que esto es perfectamente posible, ya que carecemos de hitos o puntos de referencia para comparar a la raza humana con otra. Suponiendo que realmente todos los habitantes del planeta fuéramos dementes, ¿que posibilidades tendríamos de darnos cuenta de esto?
Un individuo solamente puede hacerse consciente de estos fenómenos si en virtud de una experiencia mística, trasciende su condición de sapiens, y se eleva a un estado de profunda conciencia y absoluta vigilia, en el cual su tremenda claridad mental lo hace comprender “verdades absolutas o eternas”, en contraposición a las “pequeñas” verdades, temporales y relativas, que maneja en su vida habitual.
Durante esta elevación de la conciencia, el individuo puede ver que el ser humano “normal”, es verdaderamente anormal, en el sentido de un ser viviente deficientemente realizado. Observará al sapiens como un retrasado mental (no intelectual), como un irresponsable, como un sujeto hipnotizado.
Este proceso de conocimiento, el cual ha sido llamado “revelación o iluminación” en algunos hombres “santos”, se ve confirmado posteriormente, al salir el individuo de su estado superior y bajar a la condición común, por su ulterior observación del comportamiento de las personas, las cuales actúan probando y demostrando en la vida cotidiana, la veracidad del saber que el iniciado adquirió.
Contra lo ya expuesto se objetará que el avance extraordinario de la ciencia, prueba la inteligencia y capacidad del ser humano, y que la civilización la demuestra. Sin embargo, esta impugnación se justifica solamente por el hecho de que el sapiens tiene en alta estima la inteligencia, considerándola como la más alta manifestación humana. Se comprende entonces, que se venere la acción y memoria de los grandes intelectuales, superados en poder y prestigio solamente por los grandes millonarios. Un genio será, de este modo, recordado vigorosamente por la historia, aun cuando fuere el inventor de un arma letal que destruyera a media humanidad.
El hermetismo refuta el hecho de que la inteligencia sea el elemento más valioso del individuo humano, y sostiene, en cambio, que su fundamento más precioso e inapreciable es la conciencia (en el sentido de ser más consciente, más despierto, más alerta, más juicioso, más sabio).
Esta facultad, la conciencia, de la cual carecen la mayoría de las personas, solamente puede nacer en sujetos que por variados factores han alcanzado en la vida un nivel de vigilia más alto que el normal, es decir, que en cierta manera han despertado, liberándose del sueño sonambúlico que aqueja a la masa.
Aseguramos que el sapiens es un ser integralmente programado, a nivel cerebral, emocional, instintivo, y físico, en general. Aquello que la psicología llama “personalidad”, podemos también definirlo como “programa individual”. Un sujeto cualquiera tiene una compleja y extensa programación cerebral, por efecto de la herencia, la educación, la cultura, la imitación, el aprendizaje, los reflejos condicionados, etc. De esta manera, cuando un individuo piensa, puede hacerlo solamente dentro del texto básico de su programa cerebral, del cual no puede apartarse por motivo alguno, aun cuando se esforzara en lograrlo.
Cada sujeto debe atenerse forzosamente a su guión cerebral, y no puede hacer otra cosa que manifestarse en él y por su intermedio.
A fin de comprender lo que tratamos de explicar, pensemos en programación y conciencia como en elementos absolutamente opuestos, ya que conciencia implica capacidad de cambio, elección, y autogobierno, lo cual, obviamente, no es posible en un ente que es la manifestación visible de un programa. El Gran Programador puede ser denominado Dios, Padre Universal, Inteligencia Cósmica, o como se le quiera nombrar, pero siempre sabremos a que nos referimos.
Debido a su programación cerebral y a otros fenómenos poco conocidos, el ser humano vive, como ya lo hemos dicho con anterioridad, en un permanente estado sonambúlico. ¿Qué es un sonámbulo? El diccionario define el sonambulismo como “sueño anormal durante el cual el paciente se levanta, anda, y a veces habla”. Genial definición para nuestro propósito, solamente que la expresaríamos de la siguiente manera: “sueño que afecta a toda la humanidad, durante el cual, se levanta, anda, lucha, ama, odia, goza, sufre, piensa, procrea, vive, envejece, y muere, sin darse cuenta jamás de su condición hipnótica”. Recordemos que el conocimiento de la hipnosis se originó en las escuelas esotéricas, y que la ciencia, aún habiéndole adoptado, está muy lejos de conocer.
Sin embargo, el individuo duerme en la noche, pero está despierto en el día. Lo que no se considera es que sueño y vigilia representan puntos extremos de la conciencia psicológica, pero que entre estos polos hay muchos grados. Así, una persona puede estar, durante la noche, ligeramente dormida, muy dormida, profundamente dormida, o “profundísimamente” dormida. Lo mismo ocurre con la vigilia, en la cual, un hombre puede estar apenas despierto o extremadamente alerta.
Pues bien, el sapiens se acostumbró insensiblemente a creer que su estado habitual de conciencia durante el día es el de “estar despierto”, cuando en realidad es un estado de sueño hipnótico o sonambúlico, en el cual, sin embargo, el sujeto puede desenvolverse con apariencias de vigilia, ya que la inteligencia programática no se ve, en apariencia, afectada por la hipnosis, especialmente cuando no hay nadie lo suficientemente despierto como para hacerlo notar.
La historia nos relata, empero, los episodios de la vida de algunos filósofos que por haber devenido “hombres despiertos”, comprendieron la verdad, tuvieron acceso a una realidad profunda y substancial, y trataron de comunicar su conocimiento a los demás hombres para ayudarlos a despertar. Algunos así lo hicieron, pero la inmensa mayoría permaneció sorda, ciega, y muda.
No obstante, la gran mayoría de los filósofos han sido solamente grandes pensadores, pero no hombres despiertos; gigantes del intelecto, pero no de la conciencia. Es por eso que la filosofía tradicional ha sido siempre tan árida, tan fría, tan abstracta, y tan poco práctica. Estos filósofos fueron solamente “enamorados de la verdad”, pero en forma de una imagen o símbolo, y no como una realidad viviente.
De este modo, la inteligencia que posee el sapiens, aun cuando sea genial, es una inteligencia mecánica, muerta y programada.
¿Y qué hay de la capacidad creadora?, se nos objetará, cuando el hombre prueba su genio creador a cada instante. Replicamos a esto diciendo que el programa cerebral y cultural del hombre docto o sabio, crece constantemente, pero siempre siguiendo los patrones ya establecidos en el texto. El sujeto puede estudiar o investigar constantemente, pero siempre dentro de los límites del contenido básico de su intelecto. Así, acumula miles de elementos heterogéneos y homogéneos, los cuales, en su diario quehacer intelectual pueden dar lugar a infinitas combinaciones, que se han dado por la mecánica del pensamiento en el trabajo cerebral, pero no por un auténtico proceso de creación. En este mundo regido por la inteligencia mecánica, será tanto más inteligente aquél que más información posee en su programa, y que sea capaz de manejarla en la forma más ágil posible.
El filósofo hermético, que se ha convertido realmente en un hombre despierto, tiene una inteligencia viva, despierta, creadora y desprogramada, al revés del común de los mortales. Esta inteligencia se manifiesta más allá de lo puramente intelectual, llegando a la cima de una concepción integral en la cual la inteligencia debe rebasar el ámbito intelectual para llegar a la dimensión de lo mental. En efecto, hemos dado a la palabra mente un significado que no tiene habitualmente, definiéndola del siguiente modo: “inteligencia y conciencia nacida de un aprendizaje en estado de vigilia intensificada”.
El hombre común carece de mente, y debe conformarse con manejar su limitada inteligencia y conocimiento, desarrollados en base a un aprendizaje sonambúlico, o sea, en estado de sueño o hipnosis.
El hermetista, con su mente, puede llegar al conocimiento de las verdades absolutas y eternas, en oposición a las verdades relativas y temporales del sapiens. Las metas del hermetista son eternas; las del profano, temporales y finitas.
Privado de las posibilidades superiores de la mente, el sapiens presiente en forma oscura su propia debilidad e indefensión ante el destino y la muerte, la enfermedad, la guerra, la pobreza, y los cambios peligrosos. Es por eso que siempre ha buscado líderes o jefes cuya fortaleza supla su propia debilidad. Guiado por el mismo afán ha inventado Dioses, a los cuales pide el poder y la fortaleza de la cual él mismo carece. Toda la estructura de nuestro mundo civilizado se basa en la absoluta debilidad, cobardía, impotencia, ignorancia, e indefensión del individuo humano, el cual fabrica sistemas colectivos de protección, apoyo y control, para así suplir externamente su endeblez interna.
Prefabrica una cultura, una moral, credos religiosos, leyes y sistemas policiales para reprimir a quienes vayan contra los comunes intereses del momento histórico. Planifica y programa la vida comunitaria y el futuro de sus hijos. Internamente, en cambio, la chispa espiritual desfallece cada vez más ante la deshumanización progresiva de un mundo que en verdad nunca fue humano, sino, “animal-inteligente”. El mundo ha glorificado la ciencia, olvidándose en cambio de la naturaleza humana.
El centro de gravedad de la conciencia psicológica del sujeto se proyecta cada vez más hacia el mundo externo, efectuando un progresivo abandono de sí mismo para encarnarse en los hijos monstruosos de la civilización: los bienes de consumo, las máquinas, el cine, y la televisión. La a publicidad y la prensa son los dos super monstruos de la época, herramientas con las cuales se manipula hábilmente al hombre para convertirlo en un perfecto autómata, obediente consumidor de tales o cuales productos, y respetuoso servidor de ideologías y sistemas, que a la vez sirven a pequeños grupos de poder.
Si bien es cierto que vivimos en la era de las multitudes, y que su voz ha reemplazado a la autoridad de reyes y príncipes del pasado, no es menos cierto que la historia es el conflicto de las minorías, es decir, de los líderes que dirigen la masa.
Por ser de interés extremo, transcribo las palabras del profesor Ludwig Von Bertalanffy, de la Universidad de Alberta, USA:
“El comportamiento es una reacción provocada por estímulos externos”...
“en la medida en que el comportamiento no es connatural o instintivo, obedece a influjos externos a los que el organismo ha estado sometido anteriormente: el condicionamiento clásico según Pavlov, el condicionamiento instrumental según Skiner, los sucesos vívidos en la temprana infancia según Freud, los refuerzos secundarios según teorías más recientes.
Se deduce de esto que el aprendizaje elemental, la enseñanza y la vida humana en general, son esencialmente reacciones a condiciones externas: comienzan en la temprana niñez con la imposición de normas elementales de limpieza y otras interferencias que conducen a un comportamiento socialmente aceptable y frenan la conducta que no lo es; siguen con la enseñanza, que se da mejor según los principios de Skinner de refuerzo de las reacciones correctas y utilizando máquinas de enseñar; y acaban en un hombre adulto incorporado a una sociedad opulenta que a todos hace venturosos, un hombre al cual se condiciona en forma rigurosamente científica con los medios de información pública de las masas para hacer de él un consumidor perfecto, o sea, un autómata que responde adecuadamente reaccionando de acuerdo con lo preceptuado por el predominante conjunto político”...
“El hombre como máquina que puede ser programada; todas esas maquinas idénticas como automóviles salidos de la cadena de montaje; el equilibrio o la comodidad como desiderátum; el comportamiento como una operación comercial de gasto mínimo y beneficio máximo; tal es la expresión perfecta de la filosofía de la sociedad comercial. Estímulo-reacción, ingresos-salida, productor-consumidor, todo ello corresponde al mismo concepto expresado en términos distintos”.
Sigue el profesor Bertalanffy:
“Se me da un ardite en qué medida los profesores A, B o C hayan modificado a Watson, Hull y Freud o reemplazado sus tajantes asertos por circunloquios más restringidos y alambicados. Pero sí me importa, y mucho, que su espíritu siga dominándolo todo en nuestra sociedad y, lo que es más, que se juzgue necesario para la supervivencia de. la misma; es reducir al hombre al nivel inferior de su naturaleza animal y manipularlo con miras a degradarlo a consumidor autómata y estúpido, a un fantoche manejado por los hilillos de la fuerza política entonteciéndole sistemáticamente con un perverso sistema de enseñanza; en resumen, deshumanizándolo más y más por medio de una complicada tecnología psicológica.
Los efectos de tales manejos los vemos en todas partes: “en la indecible vulgaridad de la cultura popular; en los insufribles niños y mozalbetes que no saben hablar su propia lengua cuando ingresan a la Universidad, pero permanecen embobados ante el televisor cinco horas diarias”...
“sociedad en la que la insensata y despiadada competencia llena millares de manicomios; en la política que ha transmutado la democracia de Jefferson en un rebaño fácil de manejar”...
“la persuasión de la multitud es una de las artes más antiguas”... “el arte de persuadir a la multitud pasó a ser una ciencia que utiliza mecanismos y técnicas psicológicas”...
“Éste, además de las armas nucleares es el gran descubrimiento de nuestra época: la facultad de modelar a los hombres y trocarlos en autómatas “compradores” de todo, desde pasta dentífrica y Beatles hasta presidentes, la guerra atómica y el propio aniquilamiento”.
El sapiens, alienado por estas poderosas fuerzas, es un simple títere al cual no le queda otro recurso que vivir su vida y cumplir con el papel que le ha sido asignado en el drama de la creación.
¿No será ésta una gigantesca y horrenda conspiración planificada por anónimas potencias, o será sólo un pasatiempo de los Dioses?
El bombardeo constante de los medios audiovisuales que impactan poderosamente a la psiquis del sujeto, los múltiples requerimientos de la sociedad, y la complejidad creciente de la vida civilizada mantienen a la persona fascinada y en suspenso, como en un verdadero trance sonambúlico, del cual difícilmente despertará, ya que la relación entre el sujeto y el medio es un constante proceso de retroalimentación, el cual actúa como elemento de manutención y refuerzo de la hipnosis.
El hermetista puede aislarse psicológicamente de esta influencia negativa y permanecer despierto, pero debe obligadamente compartir con la gente las circunstancias materiales que ese derivan de esta situación de sugestión colectiva.
Por cierto que la sociedad no es la causante del sueño sonambúlico del sapiens, sino que solamente actúa manteniéndolo y reforzándolo. El sueño es una fuerza universal que está presente en todo el Cosmos, y que se manifiesta de diversas maneras.
Según la tradición hermética, cuando el Supremo Creador expulsó al hombre del paraíso, lo castigó injertándole en el cerebro un mecanismo de sueño hipnótico, a fin de que fuera un obediente siervo de las viñas del Señor.
Los maestros herméticos, deseando compartir la dicha de un estado vigilia superior con quienes estén preparados para ello, mantienen escuelas herméticas donde se concede al sujeto “una oportunidad” de liberarse de la esclavitud del sueño que, convierte a los hombre en “instrumentos animados manuables”, definición del esclavo dada por Aristóteles.
La Cofradía de los Brujos invita a todo aquél que esté lo suficientemente capacitado, a la realización de esta magna obra para que se una a su movimiento espiritual. Afirmamos que el hombre puede recuperar el paraíso perdido y aún ganar ventaja, ya que puede volver a habitarlo “después de haber comido el fruto prohibido”, que según lo expresa la Biblia, haría al hombre similar a Dios.
Sin embargo, esta invitación es solamente para los que tengan “ojos para ver y oídos para escuchar, ya que los labios de la sabiduría permanecen cerrados para el que no sabe escuchar”.
No se piense, no obstante, que cualquiera puede cruzar la puerta que conduce a la dicha suprema y a la inmortalidad. Al revés, “muchos serán los llamados y pocos los elegidos”.
Cada persona tiene su “nivel personal”, y si ese nivel es demasiado bajo, cultural y conceptualmente hablando, es insalvable el espacio que tendría que salvar para ponerse a la altura de una escuela iniciática verdadera. Puede, en cambio, prepararse para la iniciación llevando una vida virtuosa y disciplinada, procurando llegar a una auto superación moral y espiritual. Muchas veces la vida misma ha preparado lo suficiente a un individuo. No hay normas rígidas en esto; en determinados casos se exigirá a un individuo una educación superior como requisito básico para ingresar a una escuela, ya que sin una base cultural le sería imposible comprender la enseñanza, y su camino sería un “acto de fe”, lo cual es insuficiente.
Debemos considerar que a pesar de que el sapiens está íntegramente programado, y esto lo perjudica de la manera que hemos analizado, posee la chispa divina, y que este sólo hecho le brinda de inmediato todas las más grandes posibilidades de redención y ascenso.
Esto lo podemos observar en aquellas personas que por alguna causa tienen una chispa divina más poderosa que lo común, y que demuestran este hecho realizando toda clase de buenas obras y enfrentando la vida con un criterio superior. Si vivisectamos al hombre es sólo para mostrarle sus posibilidades de evolución, y no con el ánimo de una crítica destructiva o cruel. 



    
 

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