La escafandra y la mariposa


La escafandra y la mariposa
Un sobrecogedor testimonio sobre los límites de la naturaleza humana
Jean-Dominique Bauby
Rosa Alapont (Traducción)
Booket
México, 2010


Llegué a esta historia gracias a la magnífica adaptación cinematográfica de Julian Schnabel (2007), y me quedé, desde entonces, con la inquietud de leer este bello testimonio de la mente de un hombre, que después de tener un severo accidente cardiovascular, que lo dejó completamente paralítico, y con su mente intacta, en algo conocido como el síndrome del cautiverio, en donde el cuerpo de la víctima se torna en una terrible y agobiante prisión.

En la plenitud de su vida, Jean-Dominique Bauby, hombre de 43 años, hombre de mundo, exitoso con las mujeres, respetado en el periodismo, sufre este terrible accidente mientras llevaba a su hijo Théophile al teatro. Varias semanas después despierta en la habitación 119 del Hospital Marítimo de Berk. Descubre poco a poco que su cuerpo está completamente paralizado. Sólo podía abrir el ojo izquierdo y su única ventana al mundo era el parpadeo. Podía oír, comprender, recordar, pero no podía hablar. ¡Qué tortura! También permanecían intactas su imaginación y su memoria, a la que él mismo llamó en su libro: la mariposa. Gracias a la ayuda de una competente ortofonista, e ingenio, ella crea un sistema alfabético, determinado por cada una de las letras, y su orden con respecto a su uso en la lengua francesa. Así, Bauby, tiene que parpadear de vez en cuando, para ir formando palabras letra por letra. De esta manera, y con la ayuda de Claude Mendibil, quien fungiera como su secretaria amanuense, primero memorizó y después dictó todo el libro, letra por letra, lo cual ya constituye toda proeza en sí.

Sin embargo, eso no es siquiera lo medular de este libro, sino la poesía, los recuerdos y las reflexiones que le vienen a la mente mientras está atrapado en su propio cuerpo: la escafandra. El libro a mí, como a millones de personas en el mundo, que lo han convertido en todo un best-seller, me ha parecido conmovedor y entrañable. Y a un mismo tiempo, un poco triste y reflexivo.


Reflexivo, porque conectando las ideas de Bauby, con las de Alain de Botton, en Ansiedad por el estatus, acerca de las cosas que realmente importan en la vida para ser feliz, nos damos perfecta cuenta que éstas nada tienen que ver ni con el estatus, la profesión o la riqueza material. Sino que más bien se refieren a las cosas sencillas de la vida: estar con la familia, comer, reír y disfrutar con intensidad cada instante. Valorar lo que se tiene y no desvivirse por conseguir lo que se anhela; sobre todo si se trata de cosas materiales.

Triste, porque al igual que el extraño caso de Bauby, son muchas las historias, en donde la persona sólo se da cuenta de lo hermoso y milagroso que es vivir, hasta que se encuentra en una situación límite, como su terrible enfermedad, que le impide realizar el mínimo acto físico. Aquí vemos, que lo triste no es la muerte, sino que hay muchas personas que estando vivas, no viven. Y esto lo tomo del libro de Dan Millman, El camino del guerreo pacífico.

En fin, a mí me ha parecido un libro hermoso, primero: por el estilo que a pesar de ser sencillo, posee una poesía muy bien lograda. Segundo: por las intensas lecciones vitales que de él se desprenden. Tercero: porque sin yo saberlo se conecta con los Beatles de dos formas, una directa y otra indirecta. La directa es el penúltimo capítulo del libro testimonial, en donde narra los pormenores de su accidente, que lleva por título A day in the life, refiriéndose a la canción con la que cierra el Sargento Pimienta. Y la segunda, y meramente anecdótica, es que el accidente ocurrió un 8 de diciembre de 1995, cuando se cumplían exactamente quince años del asesinato de Lennon, en Nueva York.

Aquí les dejo un fragmento de dicho capítulo, y espero que más de uno vaya a la librería por este hermoso ejemplo, de hasta donde es capaz de llegar nuestra mente e imaginación, sin importar cuales sean los obstáculos, ni de qué índole. Cuando realmente nos proponemos algo, podemos alcanzarlo. Sólo falta estar dispuesto a pagar el precio y ser constantes.

A day in the life

Casi hemos llegado al final del camino, y sólo me resta evocar aquel viernes 8 de diciembre de 1995 de funesta memoria. Desde el principio tengo ganas de contar mis últimos momentos como terrícola en perfecto estado de funcionamiento, pero lo he diferido tanto que ahora el vértigo se adueña de mí en el instante de efectuar ese salto la vacío de mi pasado. Ya no sé por qué extremo coger aquellas horas pasadas y vanas, inasibles como las gotas de mercurio de un termómetro partido en dos. Las palabras me eluden. Cómo hablar del cuerpo flexible y tibio de muchacha alta y morena junto al que te despiertas por última vez sin prestarle atención, casi refunfuñando. Todo era gris, pastoso y resignado: el cielo, la gente, la ciudad agobiada por varios días de huelga de los transportes públicos. A imagen y semejanza de millones de parisinos, Florence y yo iniciamos como zombies, con la mirada vacía y el rostro cansado, ese nuevo día de descenso a un burdel inextricable. Realicé maquinalmente todos los sencillos gestos que ahora me parecen milagrosos: afeitarse, vestirse, tomar un tazón de chocolate. Había fijado aquella fecha desde hacia semanas para probar el nuevo modelo de una firma automovilística alemana, cuyo importador ponía a mi disposición un coche con chófer para todo el día. A la hora prevista, un joven elegante espera ante la puerta del edificio, apoyado en BMW gris metalizado. Observo por la ventana la gran berlina, tan maciza, tan lujosa. Me pregunto qué pinta voy a tener con mi vieja cazadora vaquera en esa carroza de alto ejecutivo. Apoyo la frente en el cristal para sentir su frescor. Florence me acaricia la nuca con dulzura. Los adioses son furtivos, nuestros labios se rozan apenas. Ya estoy trotando por la escalera, cuyos peldaños huelen a encáustico. Será el postrer olor de los viejos tiempos.
I read the news today, oh boy...
Ente dos informaciones de tráfico apocalípticas, en la radio ponen una canción de los Beatles, A day in the life. Iba a decir una «vieja» canción de los Beatles, puro pleonasmo, ya que su última grabación se remonta a 1970. El BMW se desliza a través del Bois de Boulogne como una alfombra mágica, un capullo de suavidad y voluptuosidad. Mi chófer es simpático. Le expongo mis planes para la tarde: ir a buscar a mi hijo a casa de su madre, a cuarente kilómetros de París, y traerle a la ciudad a la última hora de la tarde.
He did not notice that the lights had changed...
Desde que abandoné el domicilio familar, en el mes de julio, Théophile y yo no hemos tenido un verdadero cara a cara, una charla entre hombres. Quiero llevarle al teatro, a ver el nuevo espectáculo de Arias, y luego tomar unas ostras a una brasserie de la plaza Clichy. Está decidido, pasaremos el fin de semana juntos. Sólo
confío en que la huelga no trastoque nuestros planes.
I'd like to turn you on...

Y para los que aún no han visto la película, o simplemente son mucho más visuales, aquí está la versión completa.

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