El amor dura tres años

El amor dura tres años

Frédéric Beigbeder 

Sergei Paimes (Traductor) 

ANAGRAMA

1997



Después de dos años sin publicar una entrada en mi viejo blog de reseñas, he leído una novela que bien vale la pena. Se trata de El amor dura tres años del escritor francés Frédéric Beigbeder y para mí ha sido un grato descubrimiento. 

Novela posmoderna donde las hay,  hace una reflexión acerca de la caducidad del amor en el mundo contemporáneo, tan lleno de velocidad, excesos, rutinas y "tentaciones", que según el autor hacen que el amor solo dure los años del título. 

Cargada de aforismos y frases epigramáticas brillantes, Beigbeder explora las tres fases del amor: el enamoramiento, la pasión desmedida y la separación. Un joven publicista y escritor Marc Morronier sufre por la reciente separación de su esposa Anne, tras tres años de matrimonio. A pesar que Anne tiene pruebas de una infidelidad suya en Brasil y Marc, comienza la novela ya enamorado de Alice, una mujer casada. 

Aunque la trama en realidad solo es un mero pretexto para estructurar de manera brillante una serie de reflexiones en torno al amor, el enamoramiento y el desamor. Al tiempo que se da el lujo de explorar de manera metaliteraria, el proceso que va llevando al autor real Beigbeder, a escribir las desventuras de su alter-ego Morronier. Además de que usa de a la escritura como una poderosa terapia para exorcizar los múltiples demonios del mal de amores. 

Es una novela posmoderna porque tiene una prosa ágil, dinámica, sencilla y profunda. Además de que es bastante breve tiene solo 161 páginas, divididas en 53 breves capítulos de no más de dos cuartillas cada uno. 

Una lectura ideal para que está enamorado ahora y para quien estuvo enamorado en algún momento en su vida. Y quizá para todo aquel que se enamore en el futuro. 

La novela comienza así: 

1 CON EL TIEMPO, UNO DEJA DE QUERER

El amor es un combate perdido de antemano. 

Al principio, todo es hermoso, incluso tú. No das crédito a estar tan enamorado. Cada día trae consigo su liviana carga de milagros. Jamás nadie en el mundo había conocido tanta felicidad. La felicidad existe y es muy simple: consiste en su rostro. El universo sonríe. Durante un año, la vida no es más que una sucesión  de soleadas mañanas, incluso cuando nieva por la tarde. Te dedicas a escribir libros sobre esa cuestión. Te casas, lo antes posible: ¿para qué reflexionar cuando uno es feliz? Reflexionar te entristece; la vida debe ganar la partida. 

El segundo año, las cosas comienzan a cambiar. Te has vuelto más tierno. Te sientes orgulloso de la complicidad que se ha establecido en tu pareja. Comprendes a tu mujer con solo medias palabras; qué felicidad conformar un todo. En la calle, confunden a tu mujer con tu hermana: eso te halaga pero te va desgastando. Hacéis el amor cada vez menos y consideráis que no es grave. Estáis convencidos que el fin del mundo está muy lejos. Defendéis el matrimonio delante de vuestros amigos solteros, que ya no os reconocen. Tú mismo, sin ir más lejos, ¿estás realmente seguro de reconocerte cuando recitas la lección aprendida de memoria y resistes la tentación de fijarte en las señoritas ligeras de ropa que iluminan la calle?

El tercer año, ya no resistes la tentación de fijarte en las señoritas ligeras de ropa que iluminan la calle. Ya no hablas con tu mujer. Pasáis horas en el restaurante escuchando lo que cuentan en las mesas vecinas. Sales cada vez más: es te proporciona la excusa para no follar. Pronto llega el momento en que ya no puedes soportar a tu esposa ni un segundo más, ya que te has enamorado de otra. Sólo hay un punto en el que no te habías equivocado: efectivamente, la vida siempre tiene la última palabra. El tercer año trae consigo una noticia buena y otra noticia mala. La noticia buena: asqueada, tu mujer te abandona. La noticia mala: empiezas otro libro. 





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