El puente de Clay
Markus Zusak 
Laura Manero Jiménez y Laura Martín de Dios (traductoras) 
Lumen 
2018 

A diferencia de La ladrona de libros, considero a esta obra bastante menor en comparación a la primera. Estructuralmente, la manera desfragmentada de ir contando la historia --que es justo como yo suelo contar mis propias historias-- siento que no le ayuda al buen desarrollo rítmico de la narración.

Los cinco hermanos Dunbar viven en un hogar sin adultos, cuidando los unos de los otros, luchando por sobrevivir en un mundo que los ha abandonado, hasta que un día su padre, el hombre que se fue sin mirar atrás, vuelve a casa. ¿Por qué ha regresado?


Matthew, cínico y poético, es quien lleva las riendas de la familia y narra la historia en primera persona; Rory siempre falta a clase; Henry es una máquina de hacer dinero, y el pequeño Tommy, coleccionista de mascotas, ha colonizado la casa con animales disfuncionales como Aquiles, el mulo y Rosy, la border collie. Y por último está el silencioso Clay, perseguido por un suceso del que no se puede hablar. La historia se remonta en el tiempo: a ese abuelo cuya pasión por los antiguos griegos aún llena de color sus vidas, y a los padres, que se conocieron gracias a un piano exrtraviado. Clay tratará de revelar su trágico secreto y de construir un puente para salvar a la familia y de paso salvarse a sí mismo.



Considero a Zusak como uno de los escritores de mi generación. Aunque en este gran volumen 631 páginas, siento que apostó en demasía por la experimentación formal, cuando quizá una buena estructura narrativa lineal hubiese sido lo ideal para contar la entrañable historia de la familia Dunbar.





Si te gustan las historias contadas de manera distinta y familiar a la vez:  ¡esta es tu novela!

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